Enter your email address below and subscribe to our newsletter

APOCALIPSIS

Comparte esta noticia

Por Jorge Sotero
La Habana.- Los ómnibus de Transmetro que recogen a los trabajadores de Cubana de Aviación no salieron de los talleres este jueves, porque no tenían combustible. Los jefes autorizaron a los que viven por Vieja Linda y Alamar a que no fueran a trabajar hasta tanto las guaguas no volvieran a su recorrido.
La misma compañía, que también presta servicios al Minrex, tampoco dio viajes el miércoles, pero la justificación fue la falta de aceite para los mantenimientos. Bruno Rodríguez Parrilla se niega a permitir que sus subordinados no acudan al trabajo, porque cree que todos tienen, como él, uno o dos autos a su disposición, y hasta gasolina.
El arroz de enero lo están vendiendo ahora en algunos lugares. El de febrero no ha llegado a otros. La leche para los niños está garantizada solo para los menores de dos años, y los padres se vuelven locos, porque no tienen qué darle de comer a sus hijos, incluso a sus propios padres, que andan como zombies dentro de las casas, esperando la, a veces, única comida del día.
Lia on X: "#SOSCuba 😔 cuba se muere ! https://t.co/KuHe7qyZDy" / XEn el Wajay, una anciana solo toma infusión de guayaba, caña santa y naranja desde hace un mes. Y ya no puede ponerle azúcar, porque no hay, porque está cara y su jubilación no le alcanza para comprar nada. Ayer le dijo a una vecina que se iba a quitar la vida. La vecina, alarmada, llamó a la Policía y el agente que cogió la llamada le dijo que no tenía vehículos para enviar y que era un tema de Salud Pública.
Mientras, según un informe de Inmigración de Estados Unidos, reseñado por Telemundo, 64.3 millones de personas han ingresado peticiones para teléfonos y dispositivos inteligentes para acceder a una CBP One, solo en 13 meses, a razón de casi cinco millones mensualmente, una cifra que podría incluir a cientos de miles de cubanos, incluso más de un millón y hasta más de dos y de tres.
Ahora mismo no hay un joven en Cuba que no quiera irse. Mis hijas, de 15 y 13 años, quieren, a toda costa que hable con mis familiares y amigos en Estados Unidos para que nos pongan un parolle e irnos todos. Unas veces lo dejan caer, como quien no quiere las cosas, y otras lo exigen, como si fuera fácil dejar atrás a los viejos de la familia, que sería como condenarlos a morir de hambre.

En Río Cauto, el viejo Manuel Verdecia se caga todos los días en la madre de los Castro y de Díaz-Canel. Y cuando vio por televisión el reporte sobre la visita del Hombre de la Limonada y la gente enardecida gritando en respaldo a la revolución, le lanzó el bastón al desvencijado televisor Panda y de milagro no le rompió la pantalla. Eloína, la hermana que lo cuida, tuvo que llamarlo a capítulo.
-Ese es el único televisor que tenemos, Manolito. ¿Te imaginas si lo rompes? -le dijo la hermana mientras le pasaba la mano por la cabeza, casi sin pelos ya y llena de verrugas, que el médico prometió quitarle hace dos años y cada vez que va le dice que no hay con qué.
Los Robleda, vecinos de los Verdecia, también están que trinan. Hace dos semanas les robaron una vaca, la única que tenían que daba leche, y tres días después se encontraron la cabeza -solo la cabeza- a un costado del río, donde antes han matado otras reses. Pero eso no es todo: también le robaron a plena luz del día un cerdo como de 150 libras que tenían amarrado debajo de una mata en el patio. Donde estaba solo había sangre. Al parecer, lo mataron allí mismo y lo arrastraron después hasta el camino, para montarlo en un carro o en un caballo. Los Robleda solo saben que fue el viernes, mientras dormían la siesta. Casi les da un infarto cuando se dieron cuenta.
Miguelito dejó su escuela en Santa Clara y se mudó para Fine, porque su padre es militar. Cuando fueron a inscribirlo, el director le dijo que tenían que buscar un pupitre. No hay en la escuela, en un centro educacional de una comunidad militar. Tampoco hay libros en la escuela y la dirección no permite que, quienes pueden, fotocopien los textos, porque es importante que ninguno tenga, para que sean iguales. Supuestamente iguales.
La novia de Sandro Castro, el nieto alardoso de Fidel Castro, dice que los cubanos somos malagradecidos y que nos merecemos todo lo que nos pasa. Y yo me pregunto qué es lo que cree ella que nos pasa, porque desde su familia piensan que somos unos bendecidos, el mejor país del mundo, el que avanza siempre, el que todos envidian.
Ella, que fue una maloliente hasta hace un par de años, ahora se da aires de señorita de clase alta, sacando partido de su relación con el anormal de Sandro, con las manos llenas de oro, carteras y ropa de marcas, pero el cerebro vacío, como solo puede andar alguien que comparta su vida con uno del clan Castro, culpables principales de todos los males de Cuba.
Un hombre muere durante las protestas en CubaNo tiene culpas, ni tuvo, Alejandro Gil de que el dólar esté en 300 pesos. Ni tampoco las tiene El Toque, como algunos defensores a ultranza del régimen quieren hacer ver, de que haya llegado hasta allí. Alejandro Gil fue el niño de azotes de la dictadura y cuando vieron que todo se complicaba por el anuncio del paquetazo económico, le ‘cercenaron’ la cabeza para que el vulgo lo creyera culpable y se apaciguaran los ánimos.
Cuba no se va a cambiar. Andan muy enrolados los cubanos en la búsqueda de lo más elemental para sobrevivir como para unirse y golpear al régimen. Unos están en eso. Otros solo esperan a que les llegue un parolle para largarse, o a que esté su CBP One. El resto son los gendarmes, los chivatos, la clase dirigente a todas las instancias, que, como tiene asegurada la comida, la atención médica y algunas otras minucias, le importa un pito pisotearle la cabeza al resto.
La isla, poco a poco, se irá perdiendo. Los jóvenes se irán todos. Los que se queden se dedicarán a la pillería y el bandidaje. No habrá carreteras ni transporte, porque no harán falta. Donde ahora hay pueblos, crecerá inclemente el marabú y los clarias serán los únicos habitantes de los ríos y presas, y para sobrevivir se comerán unos a otros, así como hacen unos cubanos con otros, para sentenciar el fin.

Deja un comentario