Por Oscar Durán
La Habana.- Cuba tiene un déficit de 17 mil maestros en este momento. Hay escuelas donde los niños solo van a hacer Educación Física con el único profesor que hay. De vez en cuando, por orden del director, ese mismo educador -sin saber de materias- imparte Español y Matemática. Mi hijo, por ejemplo, está en esa situación. Estoy esperando la reunión de padres como cosa buena. La siguen alargando y al final nadie da la cara. De mi mísero salario, debo pagar 100 pesos por día a una maestra particular.
“Me dan lástima estos muchachos. No están aprendiendo nada y, por más que yo los encamine, ellos necesitan recibir clases desde un aula”, nos dice la señora de unos 76 años desde la puerta de su casa donde recibe a varios niños dos veces a la semana.
A cada rato, Oscarito me pide ir a un parque de diversiones. Lo miro, le paso la mano por la cabeza y le digo: ¿qué parque, mi niño? Todos están destruidos, aquí no tenemos opciones. Eso me deprime. Ver a un pequeño llorar porque no tiene donde ir, es duro para un padre. Muy duro.
De lunes a viernes, no hay pan para el desayuno. Lo están dando el fin de semana si hay harina. La merienda es por gusto, ni agua con azúcar puede llevar a la escuela mi niño. Su mirada está perdida, veo tristeza en el rostro. Solo tiene 10 años, la edad de la inocencia. A veces quiero sentarme y conversar de hombre a hombre, pero no puedo, no puedo. Es un niño.
El momento más duro del día es en la noche cuando empieza el apagón y el calor hace lo suyo junto con los mosquitos. Apenas duermo echándole aire con un periódico viejo. La mano se me cansa mientras mi hijo se pierde en la oscuridad.
Un padre no está preparado para ver a su retoño sufrir. ¿Qué le está garantizando Cuba a los niños? No tienen educación, salud, alimentos, recreación. ¿Qué hago? Una locura no puedo cometer, aunque tenga ganas. Si de algo me arrepiento fue no haberme ido de esta mierda cuando tuve el dinero para largarme. Ahora estoy sufriendo mis malas decisiones.
Algún día le ofreceré disculpas a Oscarito. Me entienda o no, necesito disculparme. Aunque sea un inocente, no puede seguir sufriendo en esta porquería de país. Hace un tiempo, desde estas mismas páginas, dije que no hay mal que dure 100 años, pero este no puede llegar a 99. Algo debemos hacer por el futuro de nuestra familia. Estamos cansados de ese falso optimismo, de tantas mentiras. Cuba ya no tiene remedio. Y sus hijos están sufriendo demasiado sin saber hasta cuándo.