Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Por Luis Alberto Ramirez ()
Miami.- Existe un mentiroso empedernido que desde hace tiempo se burla en redes sociales de la ingenuidad, y en ocasiones de la ignorancia, de muchos cubanos. Se trata de Ignacio Giménez, un activista español cuya peculiar manera de expresarse siempre ha estado acompañada de afirmaciones dudosas, manipulaciones y promesas que jamás se cumplen. Durante años, Giménez jugó con las emociones de un pueblo cansado, desesperado y sediento de esperanza, mientras incrementaba su visibilidad a costa del sufrimiento ajeno.
Con el paso del tiempo, sus mentiras se volvieron tan evidentes que miles dejaron de seguirle. Pero otros, movidos por la ilusión de que algún día pudiera decir algo verdadero, continuaron creyendo en él. En países donde la vida cotidiana es dura, la esperanza se convierte en una moneda peligrosa: cualquiera puede traficar con ella. Y él lo sabe.
Hace pocos días, Giménez volvió a cruzar la línea. Publicó en su perfil de Facebook que “desde las 8:00AM, en cada puerta de cada hotel en todas las provincias, habrá un equipo de muchachos con pullovers amarillos entregando ayuda a quien presente su identificación”. Afirmó, además, que aquella supuesta operación contaba con la autorización del Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas. Nada menos.
Hay que ser muy ingenuo para creer que los cuerpos represivos del régimen cubano harían algo humanitario por el pueblo que no sea reprimir o robarse las donaciones. Pero la desesperación nubla la lógica.
Y muchos le creyeron. En Santiago de Cuba, en La Habana y en otros puntos del país, vecinos, transeúntes y ciudadanos de barrios enteros comenzaron a acercarse discretamente a los hoteles mencionados por Giménez. No sabían si era cierto, pero querían creerlo. La miseria, el desgano y el hambre empujan a la gente a confiar en cualquiera que ofrezca aunque sea una centella de esperanza económica.
Muchos se sentaron en aceras, bancos y portales cercanos, esperando que aquella “ayuda” llegara. Nada apareció. Lo único que llegó, como siempre, fueron las autoridades: patrullas, policías, desalojos forzosos. El régimen no puede repartir comida ni medicinas, pero sí puede desalojar a un pueblo hambriento en cuestión de minutos.
Todo por culpa de un embaucador. La conducta de Ignacio Giménez no es un simple error ni una confusión. Es un patrón. Un modo de obtener atención y tráfico en redes manipulando la necesidad más profunda del cubano: la esperanza de que un día, de alguna manera, la vida mejore.
Peor aún, muchos cubanos, enceguecidos por ese deseo, se molestan cuando alguien critica a influencers que lucran con el dolor de Cuba. Confunden a los que alertan con los que engañan. Defienden a quien los hiere porque prefieren una mentira dulce antes que una verdad amarga.
Lo ocurrido debe servir como alarma. No solo por la maldad de quien inventó la historia, sino por la vulnerabilidad de quienes la creyeron. Si cientos de personas se mueven solo por el rumor de que “reparten ayuda”, eso dice mucho de la catástrofe humanitaria que vive Cuba. Dice mucho del abandono, del hambre, del desgobierno.
Y dice, además, que hoy más que nunca los cubanos necesitan información seria, voces responsables y una cultura de desconfianza hacia oportunistas que convierten la tragedia nacional en espectáculo digital. Ignacio Giménez, con su última mentira, no solo engañó: humilló. Y todo cubano que respira debería repudiar este acto, no por lo que él es, sino por lo que provoca: dolor innecesario en un pueblo que ya tiene demasiado. Sin embargo, una conversación con un amigo sobre el comportamiento de este tipo me hizo pensar.
Hablando de este tema con mi amigo dijo: “pero puede que Giménez haya hecho esto para aglomerar cubanos que por la frustración pudieran encender la chispa que se necesita para que prenda fuego Cuba… luego continuó, recuerda que el maleconazo comenzó con una mentira, me recordó. Luego siguió diciendo: Recuerda que decían que entrarían barcos de Estados Unidos al malecón a recoger gentes” ¿te acuerdas? y eso que aún no había internet, si es ahora, posiblemente se caiga el régimen… Es verdad, puede que sí, a veces una mentira bien colocada surte más efecto que una verdad a voces, pero no creo que Giménez tenga la cantidad de neuronas que se necesitan para haberlo hecho con esas intenciones, más bien creo que pudo haber salido así por pura casualidad, pero no por el razonamiento de un individuo que como otros, viven de las esperanzas frustradas de los cubanos.