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Por Datos Históricos
La Habana.- Nicolaus Otto no estudió ingeniería. Ni siquiera terminó una escuela técnica. Pero su nombre está grabado en la historia como el hombre que encendió el corazón de todos los motores modernos.
Nació en 1832, en un hogar humilde de Alemania. La muerte de su padre lo obligó a dejar sus sueños académicos para trabajar como dependiente en una farmacia. A los libros de ingeniería, los reemplazó por largas jornadas de trabajo. Pero la chispa seguía viva.
Autodidacta por necesidad y genio por naturaleza, Otto no abandonó su pasión por la mecánica. En 1876, tras años de esfuerzo solitario, presentó una invención que cambiaría el mundo: el motor de combustión interna de cuatro tiempos, el famoso ciclo Otto.
En una época dominada por las pesadas máquinas de vapor, su motor era compacto, eficiente y… revolucionario. Este invento no solo permitió que los automóviles dejaran de parecer locomotoras sobre ruedas, sino que puso en marcha toda la era moderna del transporte: autos, motos, aviones, tractores… todos tienen algo del genio que nunca pisó una universidad.
La historia de Otto demuestra que la genialidad no siempre necesita títulos. Solo necesita una mente inquieta… y el valor de no rendirse nunca.