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Elián, el hijo político de Fidel

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Por Oscar Durán

La Habana.- Uno ve las imágenes y no sabe si reír o vomitar. Elián González, con su carita de niño bueno hecha adulto dócil, agradece a Fidel Castro por devolverle “la paz” y “preservar su inocencia”. Agradecerle a Fidel por devolverte la niñez perdida es como agradecerle al ladrón por devolverte media cartera después de vaciarte las tarjetas.

Hay que tener estómago –o cerebro lavado– para mirar hacia atrás y ver como una “epopeya” lo que fue, simple y llanamente, un secuestro emocional. Porque no estamos hablando de una historia feliz; estamos hablando de un Estado que usó a un niño huérfano como trofeo de guerra. Un niño convertido en cartel, en consigna, en cortina de humo.

Que hoy Elián diga que está “comprometido” con esa misma patria que le arrancó el anonimato y le pegó en la frente un cartel de mártir, no habla de lealtad, habla de sometimiento. El verdadero compromiso sería mirar a los ojos a sus contemporáneos que hoy se lanzan al mar por las mismas razones por las que su madre murió, y decirles: “yo sobreviví a este sistema, pero ustedes no tienen que seguirlo justificando”.

Porque una cosa es volver a tu país, y otra es volver para hacerle monumentos al verdugo. Fidel Castro no salvó a Elián. Lo utilizó. Lo embalsamó en la vitrina de sus “victorias” y lo mostró como un trofeo humano. Que haya crecido creyéndose parte de la hazaña no es su culpa, es el resultado de 25 años de pedagogía autoritaria disfrazada de ternura revolucionaria.

Cada palabra de Elián hoy suena prefabricada, como si todavía estuviera en manos del Comandante, solo que ahora con traje y barba de tres días. Dice que Fidel era una “presencia constante”. Y lo creo. Porque el trauma cuando no se cura, se idealiza. Y eso es lo que le han vendido: que todo su dolor tuvo sentido porque fue útil al relato.

En un país libre, Elián estaría contando su historia desde la herida. En Cuba, la cuenta desde el podio. No hay dolor, hay épica. No hay pérdida, hay redención. Es el manual de siempre: distorsionar la historia hasta que parezca una canción de Silvio Rodríguez, de esas que suenan lindas pero no dicen nada.

La pregunta es: ¿puede un país que convierte a un niño en escudo tener autoridad moral para hablar de derechos humanos? ¿Puede un sistema que se alimenta del dolor ajeno seguir vendiendo la imagen de salvador?

Elián no habla como un hombre libre. Habla como alguien que aún no entiende que su vida fue robada por una maquinaria que no conoce la compasión. Habla como quien debe agradecer por respirar, aunque le hayan quitado el oxígeno desde niño.

Por eso, cada vez que lo escucho, solo puedo pensar una cosa: lo más triste de su historia no es lo que vivió en el mar, sino lo que lo obligaron a callar en la tierra.

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