Por Eduardo González Rodríguez (Facebook)
La Habana.- Lo que no es opcional, constituye una obligación. Y no hay nada, absolutamente nada, sobre la tierra que sea obligatorio y sea bueno para los hombres. Incluso, la legalidad parte, o debe partir, de un consenso general de la mayoría y tiene como base las características, la idiosincrasia, la economía, la cultura, la religión y el pensamiento político de un pueblo.
Por eso en la India las vacas son sagradas y aquí no lo son. Si usted va a la India debe respetar sus leyes, no solo porque sacrificar a una vaca puede costarle la vida o una cadena perpetua. Debe hacerlo porque, el animal en cuestión, es parte de sus familias. Según el consenso de sus habitantes, las vacas son sagradas porque alimentan con su leche a los hijos, a los hijos de los hijos y a los nietos de los hijos. Más que un animal, es una madre. Y en casi todas las culturas, las madres son sagradas.
Cualquier cosa que involucre a todos las voluntades humanas, si hay justicia, debe hacerse con el consenso de la mayoría, de lo contrario se correrá el riesgo de fabricar medidas y leyes impopulares. Y para un pueblo que está obligado a asumir constantemente medidas y leyes impopulares, no hay nada sagrado por mucho que intenten domesticarlo.
Digo esto porque ahora viene la bancarización como caída del cielo, sin consenso de nadie -como el CUC, como el Ordenamiento, como las tiendas MLC, etc.- y hay que asumirlo como un intento bueno, noble, que, según algunos, nos ayudará a salir adelante.
El uso de las tarjetas es válido. Nos permite andar sin el dinero físico en el bolsillo, podemos pagar determinadas cosas sin salir de casa, en caso de pérdida -no perdemos el dinero- usted va, o llama, a su sucursal, y la cancela. Hasta ahí todo perfecto. Pero crear otro «día cero» para dejarnos sin efectivo, es algo brutal. Más brutal que cualquier explicación que intente justificarlo.
El Estado se ha encargado eficientemente de dejarnos sin un lugar donde poder adquirir algún producto de calidad en pesos cubanos. Pero el Estado sabe que no todos recibimos remesas para gastar en las Tiendas de Alta Gama MLC, que cada día hay más gente bajando la cuesta de la pobreza, que estamos obligados a comprar Productos de Bajísima Gama -cigarros, café por onzas, puré de tomate, aguacates, pan, sobres de refresco, habichuelas, boniatos, yuca, plátanos, y un largo etcétera- a los vendedores callejeros. ¿Cómo hacemos ahora? Lo ideal sería que dejáramos de comer y quedaría resuelto el problema, pero no sé si se darán cuenta de que somos seres biológicos y, por lo tanto, tenemos necesidades biológicas.
Una vez más es el pueblo el que sufre esas medidas «impopulares pero necesarias» que lo mantienen con el corazón en la garganta.
Estoy al pensar, como Mkc Cerralvo , que somos nosotros los que le hemos fallado al gobierno como pueblo. Quizás necesiten un pueblo mejor, más sacrificado, más productivo, más silencioso. Un pueblo como Noruega, por ejemplo, o como Suecia, capaz de hacerle frente al bloqueo norteamericano con las armas infalibles del socialismo. Tal vez en treinta años ellos logren lo que no pudimos nosotros en sesenta. Incluso, si el gobierno un día nos abandona por nuestra incapacidad de salir adelante con sus estrategias milimétricamente pensadas, tendrían toda la razón del mundo. No somos suficientemente inteligentes para comprender que, ni siquiera en democracia, todo debe ser consensuado. No supimos seguir, ni obedecer al pie de la letra. Mala nuestra.
Creo, lo he dicho varias veces, que como pueblo tendremos que esperar pacientemente a que otra civilización tuerza el rumbo y logre descubrirnos.
Aquí estaremos, sin dinero, y confiando en que nos cambien el arroz y el pan de sus barcos por nuestras tarjetas magnéticas.
Mientras tanto, seguir batallando contra una legión de incertidumbre.