Por Víctor Ovidio Artiles ()
Caibarién.- Hace unos meses, en una noche oscura, me puse a jugar a las sombras chinas con los niños. Comencé a realizar combinaciones con las manos hasta lograr, más o menos, imágenes diversas.
«¿Qué es eso? Fíjense bien. Un perro, chico». De la luz de la lamparita recargable salieron elefantes flaconazos, conejos de tres orejas, perros que parecían equinos. ¡Que variedad!
Para lucir un tipo hábil, busqué tutoriales de sombras y, noche tras noche, fui adquiriendo habilidad y reconocimiento. Ya los niños podían identificar los bichos, y los conejos sólo tenían dos orejas como debe ser.
Llevamos meses jugando a las sombras todas las noches. ¡Son incansables esos niños! Ya me molesta estar todas las noches en lo mismo.

Anoche di una reunión en la casa para analizar la actitud de los pequeños. Les expliqué que otros también tienen derecho a jugar a hacer sombras en las paredes y a soltar un poco los videojuegos y los televisores.
Hay que inculcarles la igualdad de derechos a esta nueva generación. Si los niños no cambian su costumbre malsana de hacer sombras todas las noches, me voy a vendar las manos… ¡para que se jodan!
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