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Por Oscar Durán
La Habana.- Cuando un país te regala arroz, te está regalando vida. Pero cuando te lo regala en toneladas —10.000 esta vez, y otras 1.500 que vienen en camino— lo que te está diciendo, sin palabras, es que tu gobierno no sirve para nada.
Y eso fue exactamente lo que ocurrió esta semana, cuando el viceministro de Finanzas de Vietnam, Le Tan Can, llegó a Cuba con más arroz que el que ha podido producir el Ministerio de Agricultura en los últimos seis meses.
Los contenedores llegaron al puerto del Mariel, ese enclave económico donde supuestamente se iban a resolver todos los males del país, y de ahí serán repartidos en la red de comercio minorista. En otras palabras: el arroz solidario terminará en una libreta de racionamiento que cada vez reparte menos y cuesta más. No hay arroz cubano. Lo que hay es arroz prestado, regalado o importado. Y ni así alcanza.
Mientras Le Tan Can sonreía para la foto y hablaba de “gratitud y solidaridad”, en algún mercado de Marianao una madre hacía cola para ver si le tocaban dos libras.
Aracelys Cardoso, viceministra de Comercio Interior, agradeció el gesto y dijo que el arroz es parte esencial de la alimentación del pueblo. Pero se le olvidó mencionar que esa “esencialidad” no ha sido atendida por el Estado en décadas.
Los vínculos con Vietnam son “estratégicos”, según Granma. Se reunieron los funcionarios, hablaron de cooperación, de comercio y de amistad eterna entre pueblos hermanos. Lo que no se dice en esas reuniones es que Cuba, con más de tres millones de hectáreas cultivables, ha tenido que entregar 308 de ellas a una empresa extranjera para que cultive arroz en Pinar del Río. Eso no es colaboración, eso es rendición agrícola.
La empresa vietnamita —de la cual, por cierto, nadie sabe su nombre ni condiciones contractuales— sembrará durante tres años arroz en Los Palacios. La idea es cubrir mil hectáreas en los primeros meses de 2025 y llegar a cinco mil después. Esa noticia, que debería avergonzar al Ministerio de Agricultura, la venden como un logro.
En 2024, Cuba produjo 80.000 toneladas de arroz. El país necesita cerca de 700.000. Es decir, apenas un 11% de lo que consume. En 2018 se producían 250.000 toneladas. Hoy, ni eso. Y mientras tanto, se habla de una “ley de seguridad alimentaria” aprobada en 2022 que, como todo en este gobierno, ha servido para llenar papeles, pero no platos.
Nos estamos comiendo la vergüenza con cucharón. Un país con clima tropical, tierra fértil y miles de campesinos sin recursos, no puede sembrar su propio arroz y necesita que otro lo haga por él. El socialismo “próspero y sustentable” ha derivado en un modelo de mendicidad internacional, donde cada grano que comemos tiene más de política exterior que de esfuerzo interno.
Lo más curioso es que se siga culpando al bloqueo por esta crisis. El arroz no necesita dólares ni barcos norteamericanos. Necesita tierra, semilla, agua y voluntad. Pero cuando se gobierna desde la comodidad de una oficina climatizada, lo más fácil es esperar que alguien venga a salvarte el pellejo.
Vietnam nos dio arroz. Y nosotros a cambio, damos pena.