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Por Redacción Nacional
La Habana.- Jorge Luis Tapia, viceprimer ministro de la dictadura, aterrizó en Etiopía como si viniera de un país autosuficiente, líder en exportaciones de alimentos y con campesinos felices. En realidad, viene de una isla que sobrevive entre apagones, colas interminables y un pueblo racionado a base de arroz con gorgojos.
Tapia participa en el Segundo Balance de la Cumbre de Naciones Unidas sobre Sistemas Alimentarios (Unfss+4). Qué ironía. Mandar a un representante a hablar de sostenibilidad y seguridad alimentaria cuando en Cuba hay niños durmiendo con hambre y desnutridos.
El régimen se vende como adalid de la justicia social mientras en la bodega del barrio no hay ni azúcar prieta. ¿Con qué moral se sienta Tapia a debatir estrategias globales de nutrición cuando las familias cubanas hacen milagros para completar una comida al día? ¿Qué va a decir? ¿Que el país aplica un sistema “innovador” de ayuno intermitente, cortesía de la escasez?
Todo es parte de la misma puesta en escena que el castrismo ha perfeccionado por décadas: foto diplomática, discurso lleno de palabras huecas, y de regreso a la isla, la misma miseria. No hay colaboración ni financiamiento que tape la incapacidad estructural del régimen para alimentar a su propio pueblo.
Mientras Tapia se pasea por Etiopía, en La Habana una madre vende su último par de zapatos para comprarle un litro de aceite a sus hijos. En la cumbre hablan de equidad, en la isla los precios del mercado negro suben cada día y los salarios valen menos que un billete del Monopolio.
El castrismo se ha vuelto experto en la desfachatez: manda delegaciones a cumbres alimentarias, mientras reprime campesinos, expropia tierras y destruye cualquier iniciativa privada que pueda garantizar comida. ¿Qué sostenibilidad puede haber en un sistema que vive de donaciones, remesas y trueques de miseria con países aliados?
Tapia no fue a representar a Cuba. Fue a representar la mentira. La foto de siempre. El acto de cinismo habitual de un régimen que se sienta a hablar de pan mientras al pueblo solo le deja las migajas.