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Vender hielo a los esquimales (y ganar)

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Nació en 1747 en Massachusetts y nadie apostaba por él. Timothy Dexter no era un hombre instruido ni elegante. Apenas sabía escribir correctamente, pero tenía una certeza: quería hacerse rico.

Los comerciantes de la época se burlaban abiertamente de él. Le daban consejos falsos solo para reírse de su ingenuidad.

Un día, le dijeron que en las Indias Occidentales había una “gran necesidad” de Biblias y guantes.

Sin dudarlo, Dexter compró 40.000 Biblias y 40.000 pares de guantes y los envió rumbo al Caribe… sin saber que allí el clima era demasiado cálido para necesitar guantes, y que las Biblias escaseaban tanto como la nieve.

Pero el azar parecía tenerle cariño. A su llegada, los envíos coincidieron con un movimiento religioso que acababa de estallar en las islas. Las Biblias se agotaron en días.

Y, como si fuera poco, en el mismo puerto apareció una flota rusa: los comerciantes del norte compraron todos los guantes para su regreso a los fríos inviernos del Báltico.

Los que antes se burlaban de Dexter empezaron a mirarlo con recelo. Él, creyéndose ahora un genio del comercio, decidió redoblar su suerte: envió carbón a Newcastle, el corazón minero de Inglaterra. Era, literalmente, vender hielo a los esquimales.

Pero el destino volvió a sonreírle. Una huelga paralizó las minas de la región justo cuando sus barcos llegaron cargados de carbón de Pensilvania. Los ingleses compraron todo a precio de oro.

Timothy Dexter se hizo millonario. Los sabios lo llamaron “idiota”. La historia lo recuerda como el hombre que desafió la lógica y ganó todas las veces.

Quizás la fortuna no siempre favorece al más sabio… A veces, solo el que se atreve a no entenderla. (Datos Históricos)

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