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Veinticuatro años después, Marineros avanzan a la Serie de Campeonato de la Liga Americana

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Por Redacción Deportiva

Seattle.- En una noche de esas que parecen escritas por un guionista con whisky en la mano, los Seattle Mariners rompieron una sequía de casi un cuarto de siglo sin llegar a una final de Liga. Fue un viernes largo, frío y eléctrico en el T-Mobile Park, donde cada lanzamiento pesó como una sentencia.

Quince entradas. Casi seis horas de drama. Y un solo golpe al alma: Jorge Polanco, con la cuenta en tres bolas y dos strikes, conectó el imparable que mandó a casa la carrera del triunfo, dejando en el suelo las aspiraciones de Detroit y encendiendo a una ciudad entera.

El juego empezó con la precisión de un duelo de francotiradores. George Kirby por Seattle, Tarik Skubal por Detroit: dos jóvenes asesinos del montículo que se lanzaban rectas como quien lanza verdades.

El primero dominó hasta el sexto inning, el segundo hasta que la suerte se torció. Seattle golpeó primero con el sacrificio de Mitch Garver, pero los Tigers respondieron con el rugido de Kerry Carpenter, que mandó la pelota a 411 pies y silenció el estadio. Era el tipo de batazo que parece definitivo… hasta que la pelota decide no serlo.

Porque el béisbol, como la vida, siempre da una vuelta más. En el séptimo, cuando los Mariners estaban al borde del colapso, Leo Rivas —un suplente que pocos tenían en el radar— metió un hit que empató el juego y devolvió el aire a Seattle. A partir de ahí, todo fue una guerra de resistencias: relevistas, guantes tensos, miradas vacías, oportunidades desperdiciadas. Quince entradas después, Tommy Kahnle intentó sobrevivir al caos, pero el destino tenía nombre latino. Polanco, con la serenidad del que ya ha fallado muchas veces, soltó el batazo que decidió la historia.

El resultado final fue 3×2. Ganó Luis Castillo, perdió Kahnle. Pero lo que realmente se ganó esa noche fue algo más profundo: la redención de una franquicia que llevaba 24 años soñando con este momento. Seattle vuelve a una final de la Liga Americana por primera vez desde 2001, y lo hace con una mezcla de juventud, fe y hambre atrasada. El domingo arrancan en Toronto, frente a unos Blue Jays que no perdonan.

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