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Por Sergio Barbán Cardero ()

Miami.- Una conversación entre estos amigos mexicanos revela una profunda reflexión sobre el turismo, el desarrollo económico y las decisiones políticas en Cuba. Uno dice al otro que gracias al tirano, el paraíso turístico es Cancún y no Cuba.

La anécdota, que parece un chiste pero encierra una moraleja mucho más seria, plantea cómo la historia y las malas políticas de Fidel Castro influyeron en el limitado desarrollo turístico de Cuba. Esto es en comparación con países como México y la República Dominicana.

La idea de que Cuba podría haber alcanzado un desarrollo turístico similar o mayor al de Cancún o Punta Cana nos invita a reflexionar sobre el impacto del aislamiento. Esto se habría logrado si no hubieran existido esas malas decisiones del régimen.

Fidel Castro, movido por su desconfianza hacia la influencia extranjera y su temor a poner en riesgo su sistema político, decidió cerrar el país. Además, optó por limitar el contacto con el exterior.

Esta decisión no fue motivada por una protección cultural, sino por una profunda desconfianza. La necesidad de mantener un control absoluto frenó el crecimiento económico y las oportunidades turísticas. En otros contextos, las oportunidades podrían haber beneficiado a toda la isla.

La marcada desigualad del turismo cubano

La comparación entre la vida de los turistas y la de los cubanos revela una marcada desigualdad en Cuba. Mientras los visitantes disfrutan de un turismo en decadencia pero aún presente, los habitantes enfrentan dificultades diarias. Estas dificultades están relacionadas con el atraso en infraestructura, falta de viviendas, electricidad, combustible, medicamentos, mala alimentación y calidad de vida.

Cuba posee un potencial turístico inmenso que, en otro tiempo, podría haber sido una fuente significativa de bienestar para su población.

La historia nos demuestra que las decisiones soberanas deben considerar sus consecuencias a largo plazo.

El aislamiento nos ha costado un precio demasiado alto en un mundo cada vez más globalizado. Hoy pagamos las consecuencias del desprecio que Fidel Castro tuvo hacia su propio pueblo.

La historia cubana nos enseña que el aislamiento se convirtió en una cárcel invisible que limitó su crecimiento y prosperidad. La apertura y la confianza en su gente y en el mundo, además de la inversión en infraestructura, son caminos necesarios para que Cuba pueda alcanzar un desarrollo digno y sostenible.

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