Por Laritza Camacho ()
La Habana.- El primer accidente automovilístico del que se tiene noticias en la Habana, ocurrió en 1906 en la esquina de Monte y Ángeles, se trataba del auto del presidente Tomás Estrada Palma. Lo conducía Luis Marx y dejó un fallecido: el dependiente de comercio Justo Fernández.
Yo vivo en esa esquina: Monte entre Ángeles e Indio y acostumbro a jugar con la dirección, diciendo que es cavernícola… en medio del monte, con muchos indios y pocos ángeles. También digo que vivo en Monte entre derrumbe y derrumbe y rotando en la cola. Todo cuanto digo, es verdad.
En esa esquina suceden cosas raras: ahí hay un semáforo y a cada rato algún carro lo choca y entonces se pasa un tiempo sin estar. La estadística y creencia popular apuntan a que hay menos accidentes cuando el semáforo falta.
Es habitual ver en la calle el reguero de algún parabrisas roto con sus millones de bolitas de cristal.
La calle Ángeles baja desde Reina a desembocar en Monte, con una peligrosa caída de loma en picada que dificulta a las bicicletas y motos parar cuando cambian de pronto la luz y muchos conductores imprudentes siguen de largo dejándose llevar por la inercia.
Los frenazos y el claxon desesperado se escuchan desde mi casa.
Cuando era niña y durante muchos años, se aparecía la figura de un hombre en mi patio. Desde la sien le corría un hilo de sangre, metía la mano por las celosías y me pedía agua.
Me sucedía de madrugada cuando iba al baño. Curiosamente, no le tenía miedo a esa visión, aunque, cuando aquello, no sabía yo el dato del primer accidente de la Habana en Monte y Ángeles.
Lo cierto es que un día me armé de valor y salí al patio con un vaso lleno de agua y se lo puse en la reja de la entrada. Nunca más lo ví.
Estoy convencida que era el alma (ángel al fin) de alguna persona que perdió la vida en los muchos accidentes de ese lugar.
Sirva mi escrito para contar la historia, erizar la piel y llamar a manejar con cautela.
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