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Una cabeza en la basura y la dictadura aplaudiéndose

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Por Redacción Nacional

Santiago de Cuba.- Mientras aparece la cabeza de un humano en un basurero santiaguero, un hecho macabro, alarmante, propio de escenarios donde la violencia social ha alcanzado niveles insoportables, el régimen en lugar de dar respuestas claras sobre este crimen brutal, se dedica a publicar panfletos sobre la “eficacia” de la Policía Nacional Revolucionaria en operativos contra drogas y pequeños robos.

Un cadáver descuartizado en plena calle, y el régimen se escuda en discursos de “tolerancia cero” y actos públicos para aplaudirse a sí mismo.

La manipulación no sorprende. El castrismo convirtió la información en un teatro: los medios locales hacen malabares para ocultar la verdadera podredumbre que asfixia al país. Hablan de maletines con marihuana y de vecinos agradecidos, mientras callan el hecho más grave: que en la segunda ciudad de Cuba apareció la cabeza de un ser humano tirada entre la basura. Ese silencio selectivo dice más de la dictadura que cualquier titular triunfalista.

El contraste es grotesco. Una ciudad que vive entre apagones, miseria y represión, ahora también convive con escenas de terror propias de países sumidos en el crimen organizado. Pero la propaganda insiste en mostrarnos policías heroicos que devuelven licuadoras robadas en actos públicos. Como si devolver un ventilador fuera suficiente para tapar la barbarie de un cuerpo mutilado arrojado a un vertedero.

Lo cierto es que la violencia que explota en Santiago no surge de la nada. Es hija directa de un sistema en crisis, de un Estado incapaz de garantizar justicia ni seguridad real. Cuando no hay comida, cuando no hay medicinas, cuando las cárceles están llenas de presos políticos y la corrupción lo pudre todo, el resultado es este: un país que se desangra en todos los sentidos, incluso en el más literal.

Nadie puede aplaudir una mentira

La dictadura pretende que la gente aplauda a la policía por capturar a un ratero o un vendedor de drogas, mientras la verdadera inseguridad se pasea a plena luz del día. El pueblo no necesita espectáculos de agradecimiento, necesita respuestas. Necesita saber cómo es posible que crímenes tan brutales se cometan impunemente y por qué los medios, en lugar de investigarlos, repiten consignas como si nada hubiera pasado.

La cabeza hallada en un basurero en Santiago es más que una evidencia de violencia: es la metáfora de un país decapitado por una dictadura que se empeña en maquillar su fracaso. Los policías podrán organizar cien actos públicos, pero la realidad es una sola: la inseguridad y el terror ya no se pueden esconder bajo la alfombra del discurso oficial. Cuba está rota, y por mucho que quieran, ya no hay propaganda que la recomponga.

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