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Anoche soñé que estaba en la Plaza Vieja, con mi camisa azul de los veranos. Y con mi amigo Albertho Díaz de Leon.
Se lo dije hoy al despertar. Y busqué esta foto de hace unos meses cuando nos tomábamos un café junto a la Plaza Vieja.
La camisa la había comprado en una paca de ropa reciclada a precio de cochino enfermo. Y todo el mundo pensaba que era una camisa cara comprada en boutique de Europa.
Ese mismo día la quemé con un cigarro popular de bodega, que es un cigarro vulgar y malo que pago a precio de cigarro caro. Como si la realidad de ser pobre y cubano arrebatara recelosa la realidad paralela que me invento. Como si el fantasma de Blanche DuBois me poseyera.
Desperté de mi sueño de escritor bien vestido que bebe café en la Plaza Vieja. Estaba empapado en sudor por el apagón. Fui al baño y me lavé la cara con el agua que recolecté en un galón que una vez tuvo cloro. Reocordé que al vaciarlo de cloro, insistí en botarlo a la basura, pero mi novio insistió en fregar, rellenar con agua y guardar para cuando se vaciara la cisterna. Miré el pomo y pensé lo mismo: aunque sea útil ahora, no es más que basura.
Tuve ideas ahí mismo. Muchas ideas para escribir. Pero sin corriente no hay laptop, ni ventilador para refrescar las ideas. Sin corriente y sin agua todo es basura, al igual que el galón de cloro.
Entré al Facebook y leí que hoy es el día del escritor. No sé desde cuándo se fijó esta fecha. Pero lo creí correcto, lo creí justo, que también tengamos un día en el calendario. Pensé en hacer algo… pero qué?
Entonces comenzó la bruma en el pensamiento. La bruma de la queja y la demanda por vivir en las circunstancias en que vivimos. Entré de nuevo al Facebook motivado por esa bruma de la decepción. Y repasé el estado de los estudiantes, sus demandas y el acoso y la intimidación de la SE, que era de esperar.
Me atormenté, me llené de odio y el impulso me dio por escribir en Facebook, por mandar a todo el mundo pa la p… Y luego me arrepentí, por miedo, y porque no tengo el cuerpo para enfrentar de nuevo los “intercambios” con los “compañeros” de la SE, para decirles lo mismo que les digo y les diré siempre que me llaman y hacen su dramaturgia de panfleto. Dejé ir el impulso e hice como hace la mayoría: esperar a que lo haga otro.
Y caí en el bucle de culpas otra vez. De culpas y de quejas, de demandas que no me llevan a ningún sitio mejor.
Pensé no echarme a perder el “día del escritor”. Ahora que estoy en medio del aprendizaje de cómo ser uno en Cuba que pueda vender sus libros en Amazon y armarse una vida un tilín digna.
Le escribí a Belina, mi amiga poeta, para felicitarla por el día y para decirle que me estaba hundiendo entre el apagón y la falta de agua, entre la queja y la impotencia con la ineptitud de este sistema. Y me dijo que fuera a su casa.
Salí después de muchos días encerrado en la misma monotonía y la encontré envuelta en la misma condición de galones de agua reciclada, en apagón.
Ella tampoco sabía que hoy era el día de los escritores. Nos tomamos un café imaginando que era un café en la Plaza Vieja. Y durante algunos minutos, sentimos que quizás la vida de un escritor podía ser posible aquí, aunque luego la realidad nos diera un golpe por la cara.