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Por Luis Alberto Ramirez ()
Miami.- Mientras los habitantes del oriente cubano intentan levantarse entre los escombros dejados por el huracán Melissa, el presidente designado Miguel Díaz-Canel recorre la zona como si se tratara de un escenario político más, dándose un “baño de pueblo” que pretende mostrar una cercanía inexistente. La tragedia humana, palpable en cada hogar destruido y cada familia sin recursos, contrasta de manera grotesca con la teatralidad propagandística del régimen.
La propia Presidencia publicó un video de la visita del mandatario a comunidades destrozadas del municipio El Salvador, en Guantánamo. En las imágenes, un grupo de personas corea: “Pa’ lo que sea, Canel, pa’ lo que sea”, mientras lo rodean y tocan, como si aquello fuese la muestra espontánea de apoyo popular que el régimen necesita exhibir ante una nación cansada, hambrienta y desesperada. Sin embargo, la escena, lejos de transmitir esperanza, desnuda la manipulación y la profunda insensibilidad del poder hacia su propio pueblo.
No ha pasado desapercibido que en esa misma zona, días antes, una damnificada, que lo había perdido todo, incluida la cama donde dormir, pidiera ayuda a Díaz-Canel. Su respuesta, burlona y cargada de desdén, fue: “¡Y yo tampoco tengo pa’ dártela ahora!”.
Ese momento quedó grabado en la memoria colectiva como prueba de que el presidente no solo llega con las manos vacías, sino también con el corazón vacío de empatía.
Pero la historia no termina ahí. Mientras el régimen intenta proyectar una imagen de liderazgo cercano, las autoridades locales han comenzado a vender colchones y agua embotellada a mitad de precio, asegurando en una nota del MINCIN que esos recursos no provienen de las donaciones internacionales, sino de las supuestas “reservas del Estado”.
Y aquí surge la pregunta inevitable: Si existían colchones en esas reservas, ¿por qué Díaz-Canel dijo que no tenía? ¿Engañó al pueblo? ¿O simplemente no le interesaba ayudar en ese momento?
La contradicción es brutal. Aparentemente, cuando una mujer desesperada pide un colchón para no dormir en el suelo, no hay. Pero para venderlos, que es distinto a entregarlos como corresponde en una emergencia, de pronto aparecen. Como si la lógica del régimen fuera que la solidaridad debe pasar por caja y que la tragedia es una oportunidad comercial, no humanitaria.
Este comportamiento evidencia algo todavía más preocupante: el régimen parece convencido de que mientras más oprime y se burla del pueblo, más dócil será la respuesta. Las consignas coreadas en el video, que contrastan con la realidad devastadora a su alrededor, parecen confirmar esa percepción. La propaganda se impone con fuerza en un contexto donde la necesidad, la desesperación y el miedo hacen que muchos prefieran aplaudir antes que arriesgarse a cuestionar.
Mientras tanto, las comunidades afectadas siguen esperando verdadera ayuda. No discursos. No videos. Sin consignas. No visitas vacías.
Lo que necesitan es un gobierno que responda, no que se burle. Que ayude, no que venda. Que acompañe, no que manipule.
Pero ese, lamentablemente, no es el gobierno que hoy tiene Cuba.