
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Carlos Carballido (Especial par El Vigía de Cuba)
Texas.- Lo ocurrido con Alexander Otaola en sus aspiraciones para la alcaldía de de Miami Dade era de esperarse.
Objetivamente, no tenía ningún chance porque en política o hay que ser muy preparado y aguerrido o, sencillamente, ser el preferido del establishment. Ninguno de estas opciones favoreció al candidato a pesar de que al influencer muchos de ellos les debían un par de favores mediáticos.
Mas allá de los análisis de porqué perdió ante la maquinaria demócrata de Levin Cava y sus compañeros republicanos, la realidad es que Otaola fue tirado a la jaula de los leones sin que recibiera ni el apoyo del Partido Republicano ni el de sus amigos políticos, como María Elvira Salazar, Esteban Bovo y Mario Díaz-Balart, quienes, más bien, influyeron en Trump para que endosara a Manny Cid.
El Partido Republicano, vil y mafioso como su parte demócrata, al menos debió manifestarse para que el influencer tuviera al menos las mismas oportunidades mediáticas que sus contrincantes, permitiendo incluso que lo invisibilizaran de los reportes periodísticos de campaña. Los medios latinos, igualmente, ni lo entrevistaron como a sus contrincantes. A buen entendedor, no hace falta explicarle que al GOP no le simpatiza en absoluto un youtuber sin pasado ni compromiso político.
Otaola finalmente evidenció -y espero que lo haya comprendido- que la política es tan sucia que no valen las buenas intenciones. Ni siquiera recibió el apoyo de políticos cubanoamericanos que él ayudó con su influencia y audiencia a que consiguieran los actuales puestos como congresistas y alcaldes locales. Ayuda que afectó seriamente la preferencia latina por candidatos más comprometidos con la causa conservadora.
Ahora, el influencer está en boca de todos y muy bien que pase. No es de mi simpatía, pero tampoco me alegro que haya perdido en una lucha tan desigual, cuando en verdad ahora todos los republicanos de Miami deberían estar viendo cómo una alcaldesa gana de calle en primera vuelta, sobre todo gracias a la votación por correo y al actuar pusilánime del Partido Republicano en el sur floridano.
Una persona inteligente en política debería aprovechar esta derrota. Su fortaleza está en lo mediático como influencer reconocido y por representar tres minorías distintivas que los demócratas tratan de cautivar para ellos: ser gay y latino de inglés pobre.
Otaola tiene la oportunidad dorada de pasar del chisme farandulero y los desgastes de demandas baratas, a ser la piedra en el zapato para la traición que día a día tienen los pseudo políticos republicanos de Miami y demás pantanos adyacentes. Más que una piedra, debería ser un seboruco.
Es hora de que lo piense, porque esto sí podría cambiar el estado de mafia y corruptelas políticas que solo en elecciones los republicanos de siempre se acuerdan que son cubanos americanos.
Si Otaola llama a no votar por algunos de ellos y saca a la luz la podredumbre moral y corruptiva que los caracterizan, entonces significaría ponerlos en la cuerda floja y es tiempo de que eso pase.
No se trata de venganza. Se trata de subir la parada como en el boxeo.
Alguien tiene que convencer a los votantes de que los mismos de siempre, que votan más demócratas que republicanos, ya tienen que irse. Ya tienen que dejar de engañar a sus representados.
El show debe cambiar. Otaola necesita entenderlo y pasar a golpear tanto como pueda. Ojo por ojo no es malo, si con ello se puede limpiar el pestilente pantano de Miami.