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Por Datos Históricos
La Habana.- Cuando James Cromwell aceptó interpretar al granjero en la película Babe (1995), no imaginaba que aquel rodaje cambiaría su vida para siempre.
Durante semanas compartió escena con cerdos entrenados, los observó jugar, resolver tareas y mostrar una inteligencia que jamás había asociado con “animales de granja”. Algo se quebró en su interior. No podía seguir comiendo seres tan conscientes, tan curiosos… tan vivos.
Terminó el rodaje y se convirtió en vegano.
Desde entonces, no solo cambió su alimentación: se convirtió en activista. Se unió a PETA, protestó frente a industrias cárnicas, fue arrestado por defender a los animales y, con más de 80 años, sigue alzando la voz.
Cromwell no se conformó con actuar en una historia con final feliz. Decidió vivirla.
Y cada vez que alguien le pregunta por qué lo hizo, responde con ternura:
“Todos los cerdos merecen vivir en un santuario, eligiendo cuándo jugar, dónde buscar comida y cómo pasar su tiempo”.
Porque a veces, un papel en el cine despierta el papel más importante de todos: el que elegimos representar en el mundo real.