Por Esteban Fernández Roig
Miami.- Era una época divina donde a los cubanos solamente nos dividía el supremo deporte del béisbol.
Solo nos separaba el sano fanatismo por los clubes Almendares y Habana. Y los máximos instigadores de la bellísima rivalidad eran dos ilustres y profesionales comediantes llamados Alberto Garrido y Federico Piñero. Vaya, los geniales “Chicharito y Sopeira”. El negrito y el gallego.
Alberto Garrido era simpatiquísimo, comiquísimo, se pintaba la cara de negro y hacía reír a todos, menos a los Almendaristas…
Yo, de niño, admiraba a Alberto Garrido pero lo detestaba en su papel de “Chicharito” por su hiriente alegría, sus burlas, chistes y cuchufletas cuando perdía el Almendares. Cuando ganaba el Club Habana yo ni encendía el radio.
Mientras tanto, a Federico Piñero, en su caracterización del “hosco gallego”, lo quería entrañablemente, como artista, como persona y sobre todo como furibundo -igual que yo- Almendarista…
Cuando ganaba el Almendares una hora antes ya yo estaba feliz esperando el momento sagrado en que el gallego gritara: “¡Ganamos, toca la gaita, Julián!”
Créame que durante toda mi niñez mi instrumento musical favorito era la gaita; y cuando Julián la tocaba yo subía el volumen de la radio a todo meter y era escuchada hasta en las casas de los vecinos Gerardito Morales y del otro lado Tina, Jesús y sus hijos Alberto y Emilio Garces.
Hoy en día la rivalidad ha menguado, tengo íntimos amigos Habanistas; y colocados están en el altar de mis recuerdos Alberto Garrido al igual que a Federico Piñero. Están equiparados en mi corazón.
Son símbolos de una élite gloriosa de artistas que nos hicieron felices, nos hicieron reír en una Cuba risueña y próspera.
Ahora, 65 años después, yo grito a todo pulmón: “¡Toca la gaita, Julián!”
Esta vez no solamente en honor del Almendares, sino del Habana, del Cienfuegos y del Marianao.
Y ¡gloria eterna para Chicharito, Sopeira y Julián!
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