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Por Yeison Derulo
Sancti Spíritus.- Regresó el test de embarazo. Ya no es noticia que Cuba viva sin lo esencial. Pero cuando falta una tira reactiva durante meses, y luego nos venden su reaparición como si estuviéramos asistiendo al retorno del Mesías, uno entiende el nivel de precariedad al que nos han empujado.
Ahora puedes saber si estás embarazada en 10 minutos. Claro, si logras encontrar la tirilla HeberFast Line® MaternitisTest II en la farmacia más cercana, si no hay cola de tres horas, si no cayó en manos del mercado negro y si, por supuesto, todavía hay luz en el mostrador. A 120 pesos la unidad. Doble de lo anterior. Porque en Cuba, cada regreso viene con incremento de precio, como si la inflación fuera un impuesto revolucionario.
El CIGB de Sancti Spíritus, único productor nacional del test, se viste de gala por el retorno. Nos dicen que es más confiable que los importados, que tiene más del 99% de efectividad, y que evita embarazos ectópicos, infecciones y traumas. Lo que no dicen es que, mientras la ciencia cubana hace milagros en los laboratorios, el sistema que la rodea la sabotea. Porque una tirilla no embaraza a nadie, pero la miseria, sí.
Nos piden que valoremos décadas de investigación, pero olvidan que esas mismas décadas han sido testigo del hundimiento progresivo del sistema de salud pública. ¿Qué utilidad tiene un test si luego no hay condiciones para el seguimiento médico adecuado, si la escasez de medicamentos es crónica, si la ginecología trabaja en penumbras y la obstetricia con bisturís oxidados?
El Estado celebra el regreso de un diagnóstico temprano, mientras es incapaz de ofrecer un presente digno para traer niños al mundo. Nos hablan de prevención y efectividad en el papelito, pero no mencionan el calvario de muchas mujeres que, incluso tras el positivo, enfrentan hospitales sin agua, médicos frustrados y un país que parece empeñado en abortar el futuro.
El problema no es la tirilla. El problema es el país que la necesita con urgencia, que la aplaude como si fuera un trofeo, y que la ve desaparecer de nuevo apenas se desvíe un contenedor. Aquí, la política de salud no es salud pública, es show público.
Bienvenido el test, sí. Pero que no lo vendan como milagro. Que no se nos olvide: en un país medianamente funcional, esto no sería una noticia. Sería lo normal.