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Por P. Alberto Reyes Pías ()
(Evangelio: Marcos 12, 38-44)
Camagüey.- Tenemos una sola vida y, por lo tanto, tenemos una sola oportunidad de realizarla. Los caminos son muchos, y las exigencias de cada camino son diferentes.
Desde la óptica cristiana, Cristo no pide a sus seguidores tener fe, sino vivir desde la fe.
Vivir desde la fe significa que el criterio de actuación es elegir lo que nuestra conciencia nos indica que haría el mismo Jesucristo. Es la elección de lo correcto, de lo necesario, de lo debido, rechazando como criterios el miedo a las consecuencias, el cálculo protector, la complacencia social.
El Evangelio de hoy pone el foco sobre la generosidad. En este sentido, vivir desde la fe significa ofrecer y ofrecerse mirando la necesidad ajena y no nuestra seguridad. Si solamente somos generosos cuando tenemos lo suficiente como para no carecer, estaríamos creando un cristianismo a conveniencia, un cristianismo de “límites seguros”, que se activa solamente cuando lo que Cristo pide no nos cuesta, cuando no hay riesgos que correr. Eso no es vivir desde la fe.
Y esto podríamos extrapolarlo a todo el resto del comportamiento cristiano. Si solamente actuamos de modo evangélico cuando esa actuación no compromete nuestro ritmo de vida, cuando sabemos que no va a haber consecuencias desagradables, cuando hemos controlado todo riesgo… ¿en qué nos diferenciamos de las personas que no tienen fe? Sería vivir lo que Cristo nos pide sólo cuando es fácil y no hay precios importantes que pagar. Una fe cómoda y, a la larga, incoherente, porque se frenará y evitará todo riesgo
cuando intuya que la acción evangélica va a comportar algo de cruz.
Para la viuda del Evangelio de hoy es un valor ofrecer algo, ayudar en lo que puede, y se lanza al vacío. ¿Qué va a pasar después?, ¿cómo va a resolver los problemas que vendrán? No lo sabe y, al parecer, no se agobia. Tal vez su pensamiento fue: “Dios dirá”.
Y esto es vivir desde la fe: hacer lo correcto, hacer lo debido, ser fiel a los valores del Evangelio, dejando el resto al Dios que nos dice: “Yo estoy contigo”.
Vivir desde la fe es aprender a saltar al vacío por ser fieles a lo que Dios nos pide, sabiendo que saltar al vacío siempre nos dará miedo, siempre producirá un vértigo, siempre implicará fiarse, literalmente, de la Providencia de Dios. Pero es que esto es la fe, es confiar en la acción de Dios mucho antes de haber visto su intervención, es aprender a pasar por encima de nuestros miedos e inseguridades con tal de obrar en correspondencia con los valores en los cuales decidimos creer. Es asumir, muchas veces, el dolor de la crucifixión, confiando en que Dios, en algún momento, nos llevará a la resurrección.