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Por Mauricio De Miranda Parrondo

Cali.- La opacidad con la que ha sido tratado el caso de Alejandro Gil no es una noticia nueva en Cuba. La dirigencia cubana se considera que está por encima de los ciudadanos y no a nuestro servicio, como debería ser, pero no es.

La clase burocrática se sirve a sí misma y claro, teniendo en cuenta los distintos estamentos a su interior, que se rigen por las reglas del vasallaje.

Yo no les creo. No le creí a Gil cada vez que decía «nosotros también somos cubanos de a pie». ¿Recuerdan las veces que lo dijo? No le creí cada vez que dijo que las medidas que se tomaban eran por el bien del pueblo, porque es más que evidente que dichas medidas iban a empeorar la vida del pueblo, como ha ocurrido. Pero tampoco les creo a los demás, así de sencillo. No tienen mi confianza.

Gil ha sido condenado a cadena perpetua más una condena de 20 años, que se integra a la anterior, además de la confiscación de todos sus bienes.

Todo este entramado tiene un tufillo mal oliente. Y debe ser destapado con todas sus consecuencias.

El país tiene derecho a toda la información relacionada con este proceso porque los cargos que se mencionan guardan relación con su ejecutoria como funcionario público.

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