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Oscar Durán.- ¿Desde cuándo los cubanos estamos escuchando el término sustitución de importaciones? Nos tienen dormidos con el mismo discurso hace más de medio siglo y ni los apagones podemos sustituir en pleno 2023. Alejandro Gil Fernández, ministro de Economía, es uno de los títeres de la dictadura que no se cansa de repetir lo mismo en cuanta reunión acude. Si mi colega Jorge Sotero le llama a Miguel Díaz Canel «el hombre de la limonada», al señor Gil Fernández le debemos poner «el sustituidor de importaciones».
Ayer, por ejemplo, habló en la Tercera Jornada Económica-Productiva Cuba 2023 -el nombre es una burla al pueblo- y llamó a los participantes a discutir cómo alcanzar un encadenamiento productivo entre los diferentes actores económicos del país para sustituir importaciones.
En Cuba, que el único interés económico es conseguir 10 mil dólares y largarse para siempre, Gil Fernández da un golpe en la mesa y dice que no hay tiempo para pronósticos, pues urge pasar a la solución de los problemas. Es decir, después de 64 años pronosticando, nos acabamos de dar cuenta que es momento de dar solución a los millones de enredos creados por ustedes mismos.
“Vamos a discutir qué encadenamiento hacemos, qué industria tiene capacidades ociosas y cómo entre todos podemos encontrar los mecanismos para buscar financiamiento o las materias primas que les permitan comenzar a operar”, dijo Gil Fernández
La primera solución es producir dentro del país un 85 por ciento de los bienes. No depender de una Mipyme que solo compra un producto terminado y lo revende a precios bastantes inflados. Importen materias primas y produzcan toda la demanda de un pueblo hambriento carente de todo por culpa de sus malas decisiones. Por ahí debiste empezar, Alejandro.
Pero no, insististe en “el interés de promover la inversión extranjera para el desarrollo de la industria nacional, principalmente con vistas a la producción de alimentos, y el impulso a las fuentes de energía renovable, dado que la factura más grande de gasto de Cuba se concentra en alimento y combustible”.
Definitivamente el cubano no puede ver una luz en el hueco donde está metido. A estas alturas todavía estamos en la etapa de lo que debemos hacer, cuando en realidad ya debiéramos estar hablando de resultados, de perfeccionamientos o ajustes.
Hemos perdido el tiempo durante 64 años. Y lo más triste, no se sabe hasta cuándo.