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Por Esteban Fernández Roig ()
Miami.- Yo llevo 63 años fuera de mi patria, conviviendo y trabajando con norteamericanos y con personas de todos los países de América Latina y jamás se me ha pegado una sola palabra típica y original de ellos.
Pero, ayer vi un video de un cubano recién llegado a España y le preguntaron por Díaz Canel y respondió: “¡Oh, joder, ese es un jilipollas!” Y todas las “eses” las convertía en “zetas”…
Me oriné de la risa pensando: “Ahorita dice que ya le gustan más las corridas de toros que el béisbol”…
Conocí aquí en Miami a un médico cubano que estuvo año y medio residiendo en Venezuela, y desde que comenzamos a conversar me dijo: “Hola, chamo”. Y aunque nunca utilizo ese saludo, (porque tampoco se me pega la nueva jerga cubana) le respondí: “¿Qué volá asere?”
Allá en Los Ángeles donde viví por 55 años existe tremenda influencia mexicana, -acrecentada por “Indiovisión” y “Charromundo”- pero a pesar de llevarme perfectamente bien con ellos jamás de los jamases le he llamado “camión a la guagua” ni “achichincle al canchanchan” ni les he dicho “viejas” a las “jebas”, ni “wuey” a los amigos.
Y tampoco me he americanizado, sólo se me escapan “Hello, y All right” palabras que, desde niño, también utilizaba en Cuba.
Recuerdo que allá en California, en la consulta de la doctora Gladys Hoed, la enfermera llamó a un paciente chileno: “Pase señor Pat Guteres”… Al salir, por curiosidad, le dije: “Amigo, nunca había escuchado ese apellido”…
Y me respondió: “Oh, yo soy Patricio Gutiérrez, pero -para facilitarles las cosas a los americanos- me cambié el apellido”…
Debí decirle: “¡Cachái , weon!” Pero, le dije: “¡No jodas, chico!”