
SEGURIDAD DEL ESTADO Y EL TEATRO DEL ABSURDO
Por Alina B. López Hernández
Matanzas.- Seguridad del Estado, contrario al nombre que tiene, se muestra inseguro. Desde el inicio les expliqué, con lujo de detalles, lo que iba a ocurrir. El mayor Alejandro/Antonio, que atiende la estación de la PNR de Playa, en Matanzas, debe recordar nuestra conversación. Allí le adelanté adónde pararía este proceso arbitrario si no desistían en aquel momento, en que aún podían. No escucharon los consejos y ahora, sencillamente, tienen un gran problema que resolver. Yo me tomo mis riesgos, lo sé. Ahora les corresponde a ellos tomar los suyos.
A continuación entenderán las razones de este preámbulo. En la mañana de hoy, vinieron a mi casa tres amables gestoras de la oficina donde hay que pagar las multas con el fin de entregarme un apremio de cobro. El documento en cuestión se denomina «Modelo de acta de insolvencia». Al leerlo se detecta de inmediato que no se ajusta al caso, pues los datos que recoge no tienen nada que ver con el impago de una multa judicial, sino con una multa administrativa.
Me negué a firmar el modelo pues soy solvente, tengo la propiedad de mi apartamento y un trabajo fijo. Es decir, no soy insolvente sino que estoy en DESACATO de una sanción arbitraria e ilegítima.
Ellas argumentaron (siempre con afabilidad, justo es reconocerlo), que no tenían modelo pues hasta el momento nadie había dejado de pagar una multa judicial. Mi respuesta fue que debían confeccionar esos documentos, quién sabe si no van a ser necesarios de ahora en adelante. La solución que hallaron fue la elaboración de dos pequeñas actas que llenaron en ese momento y que fueron firmadas por mí.
En el caso del impago de una multa judicial la ley es muy clara: corresponde un día de prisión por cada cuota dejada de abonar. Pero cuando no excedan las trescientas cuotas se redondea a 6 meses de privación de libertad. No cabe denuncia alguna para comenzar un proceso ante el Tribunal Municipal ni mucho menos, pues yo estoy desacatando una decisión del propio tribunal.
¿Significa ello que yo desee ir a prisión, o que lo merezca? Claro que no, ninguna persona quiere ser privada del bien más sagrado, que es la libertad. Lo que significa es que he dejado muy clara mi postura de desacato. Ahora les corresponde decidir a Seguridad del Estado, que a fin de cuentas ha manejado desde el principio toda la madeja de presiones y contubernios con fiscales y jueces.
Si impera su habitual falta de estrategia y su prepotencia, iré presa sin dudas. Solo pido que avisen cuándo pasarían por mí para comprar los medicamentos antihipertensivos que necesito para mi plan, y que no vienen desde hace meses a la farmacia.
Les garantizo que serán los seis meses más incómodos que pasaremos, y el plural sé que lo entienden muy bien.
Mientras tanto, continúo sin servicio de Internet. Y a partir de hoy ni siquiera el pequeño pan de la bodega. Pero esa es una carencia colectiva, una más que se suma al drama de la vida cotidiana en un país que ya está bajo presiones extremas y al cual Seguridad del Estado, y los que manejan la vida política, le quieren añadir más leña al fuego. Cuidado. Podría ser peligroso. Lean «El arte de la guerra». Lo necesitan.