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En 1931, una joven bibliotecaria de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas observó por primera vez la estatuilla dorada que premiaba a lo mejor del cine.
Era alta, elegante, sostenía una espada… y sin pensarlo mucho, dijo en voz alta:
«¡Vaya, se parece a mi tío Oscar!»
La joven se llamaba Margaret Herrick, y años después se convertiría en presidenta de la Academia.
El comentario fue casual, pero los empleados comenzaron a llamar a la estatuilla “Oscar” entre risas… hasta que el apodo se volvió oficial.
Hoy, el mundo entero conoce el premio más prestigioso del cine con ese nombre.
Pero pocos saben que nació como una broma espontánea… por un parecido con un tío llamado Oscar Pierce.