Historias de la Literatura
La Habana.- Una de las anécdotas más curiosas de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, fue cuando casi pierde los originales de Rayuela, la obra maestra de Julio Cortázar.
Pizarnik y Cortázar se conocieron en París en 1960 y forjaron una amistad que duraría toda la vida.
Según cuentan amigos de Pizarnik:
«Julio Cortázar, su gran amigo, no tenía quién le pasase a máquina Rayuela. Para que [Alejandra] tuviera un poco de plata, le dio Rayuela para que la tipeara».
El problema fue que ella ¡perdió los originales de Rayuela en el caos de papeles que era su departamento!
Desde entonces, según cuenta Noy, un amigo de Alejandra, cada vez que Cortázar la llamaba para pedírselos, ella no atendía el teléfono:
—Alejandra, ¡es Cortázar!
—No, no, decile que no estoy. Estoy buscando los originales de Rayuela y no los encuentro.
Finalmente, Pizarnik encontró la copia en su departamento y se la devolvió a Julio, gracias a lo que Rayuela logró publicarse
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