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RACIÓN DE VIENTO

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Por Ulises Toirac
La Habana.- Me he acostado a la entrada de la casa. El apagón y la hornilla de este día de Mayo, las caminatas y la ya saciada sed con agua «bomba», me han robado los deseos de hacer lo que se puede adelantar sin electricidad.
Desde aquí el cielo azul clarito me recuerda que sigue el indio incómodamente encabrona’o, «agasajando» con soberbia a quienes tienen a esta hora que caminar por las calles.
Y como no queda más, me echo a pensar. Planes (que no claudico en tener), conclusiones de las conversaciones, gestiones pendientes, llamadas…
Y noto que el viento del nordeste sopla sin remilgos. Casi sin parar. Fresco y un poco salitrero, viniendo desde la costa que ruge a lo lejos su bramido de oleaje. Un viento limpio y amplio, grueso, vitalizador, franco. Impulsado por nadie. O por las leyes de la física, la termodinámica y la meteorología, pero pensar en ello le quita la magia.
Y es entonces que vienen a mi mente los millones de casas donde no llega, y se me ocurre empaquetarlo, meterlo en cajas, quizás empatar 22 mil millones de tubos y hacérselo llegar a todos: Madres inventando en los fogones, niños que no pudieron descansar por el calor y los mosquitos, ancianos que cuelgan sus medias tras las ventanas, lavadas a puño y sin jabón…
Este mismo viento, así, amplio. Grueso, limpio, casi sin parar. Para todos ellos. No sería todo lo que necesitan, pero es algo.

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