¡Qué se vayan: No los queremos, no los necesitamos!

Por Orestes Rodriguez Alba ()

Que se vayan, pero como se fueron todos desde 1960.

Desde 1960, millones de cubanos se han visto obligados a abandonar el país, empujados por la represión, el miedo y la miseria impuesta por un sistema que se autodenomina “del pueblo” mientras le da la espalda al pueblo.

Jóvenes, familias enteras y profesionales han huido dejando atrás sus casas, sus recuerdos y hasta sus anillos de matrimonio, porque así lo exigían las leyes y decretos de la propia dictadura: salir solo con lo que cupiera en una maleta, sin nada que pudiera recordarles que alguna vez tuvieron algo suyo.

El sacerdote católico Padre Alberto Reyes, desde la diócesis de Esmeralda en Camagüey, ha dicho con valentía que quienes gobiernan deberían “irse ya y llevarse lo que quieran”. Pero no, Padre Alberto, aquí discrepo:

Deben irse, sí, pero no llevándose lo que han saqueado. Deben irse, pero como hicieron irse a todos desde 1960: Despojados de todo lo que no sea estrictamente suyo. Obligados a declarar, peso por peso, lo que tienen y justificarlo con sus salarios.

Nacionalizado sus negocios y bienes mal habidos pasarlos a propiedad del pueblo o ser subastados públicamente.

Debe aplicarse la misma ley de Talión que ellos diseñaron: “ojo por ojo, diente por diente”, pero sin llegar jamás al paredón ni a la violencia con la que ellos comenzaron su gobierno. A los que tengan delitos o crímenes comprobados, que se les juzgue en tribunales justos, con transparencia y sin venganza.

Como decía el actual presidente de la Asamblea Nacional: “Si violan la ley, le quitamos to’… pa’ que vean como duele.”

Pues que sientan en carne propia el mismo dolor que causaron durante décadas a miles de familias cubanas. Y cuando llegue el momento de marcharse, decirles, mirándolos de frente, con dignidad y sin odio: “No los queremos. No los necesitamos. Váyanse, y déjenlo todo, como lo ha hecho cada cubano que partió sin volver la vista atrás.”