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Por Sergio Barbán Cardero ()
Miami.- Al pueblo de Israel le tocó ser “luz para las naciones”. A los cubanos, en cambio, nos tocó otra misión; ser “alerta para las naciones”.
Si los judíos cargan la memoria del pasado, nosotros cargamos la experiencia del futuro, advertimos lo que ocurre cuando la utopía se pudre en dictadura, cuando el pan se convierte en ración que desaparece lentamente y cuando el exilio se vuelve herencia.
Somos, sin quererlo, los profetas del desastre que otros aún no han vivido.
Cuando decimos que “los cubanos venimos del futuro”, lo que estamos expresando es una idea cargada de ironía y también de verdad profunda. Porque hemos vivido ya el colapso de un sistema que otros apenas están empezando a experimentar.
Muchos países están entrando ahora en crisis políticas, económicas o sociales que los cubanos sufrimos desde hace décadas.
En ese sentido, la experiencia cubana funciona como un espejo adelantado. Porque el cubano se acostumbró a sobrevivir en escenarios extremos que en otros lugares parecen ciencia ficción. Apagones eternos, doble o triple moneda, vigilancia digital, economía informal omnipresente, emigraciones masivas… todo eso, que para muchos es una amenaza del futuro, para los cubanos es el presente y el pasado.
Porque hemos visto el desenlace de las utopías. Mientras otros todavía creen en ciertos experimentos sociales o políticos, los cubanos ya sabemos cómo terminan: escasez, censura, represión y éxodo. En ese sentido, venimos “avisando” desde el futuro.
Porque la inventiva cubana es futurista. Resolver con nada, reciclar lo imposible, inventar alternativas caseras a lo que en otros países se consigue tan sólo con ir al mercado; eso es pura ciencia ficción hecha realidad cotidiana.
Usamos esa frase como un recurso crítico y a la vez poético, para señalar que el pueblo cubano igual que el pueblo judío carga con una experiencia, en nuestro caso adelantada, pero igual en sufrimientos, ingenio y aprendizajes que otros aún no han vivido.