Por Arturo Mesa
(…texto concebido ante de las protestas de ayer…)
Atlanta.- “El poder del pueblo ese sí es poder”. Muchos aun recordamos la frase que marcó un periodo no muy lejano de nuestra historia. Hoy, de ella solo queda el recuerdo. En las condiciones de precariedad en las que se desenvuelve hoy la ciudadanía, ha quedado claro que el pueblo es precisamente quien menos poder tiene a la hora de hacer cambios efectivos que apunten a su propio bienestar.
Elecciones van y elecciones vienen y ora por manipulación oficial, ora por miedo ciudadano, la misma política y las mismas instituciones siguen rigiendo el deterioro de la vida en la isla y como resultado se acumula la presión dentro de la cazuela.
Mientras el pueblo no ostente un verdadero poder real, el derrumbe total de lo que pudo haber sido esperanzas está garantizado. Nos encontramos en un extremo en el que hasta la lógica oficial habla de un nivel de razonamiento muy triste.
Hay un ministro que acaba de justificar los cortes energéticos de la siguiente manera: «no hay recursos para pagar el barco» y se le olvida que si yo voy a una tienda en MLC y no tengo recursos para pagar el pollo me expulsan de allí. Dice que algunos exportadores lo escucharon y yo no creo que ningún administrador de tienda me vaya a escuchar si le digo que no tengo quien me mande MLC.
El funcionario y el gobierno parecen sentirse por encima del mundo y esperan que alguien les regale un barco para poder generar electricidad “en honor a la justicia socialista”. Lo que sucede es que quien sufre no es él por tanto o demuestras que lo logras o le das paso a otro. Pero no existe vía efectiva para exigir su dimisión ni la dimisión de ninguno de los que en nombre de la “justicia socialista” nos trajeron hasta esta época y así se van acumulando tensiones hasta que llega el momento en el que estalla la cafetera.
De hecho, la única forma de encaminar una causa por corrupción o ineficiencia solo la ejerce el más alto nivel y solo por ellos nos enteramos de quien es corrupto y quien no lo es.
Ahora bien, puede que sepamos quien es el nuevo corrupto, pero ¿sabemos qué hizo?, ¿quién lo acompañó? ¿de qué se le acusa? No y solo sabremos lo que decidan ellos dar a conocer y en eso se basa nuestra enorme indefensión. Además, los tribunales responden única y exclusivamente al interés del Estado y ligado (en relación de subordinación al mismo), dígase Partido, que para colmo de males se entiende por encima de la Constitución y una vez más muere el poder efectivo del ciudadano común, dígase soberano, que en el caso en cuestión de soberano no tiene nada.
Otra causa para el estallido.
Indefensiones las vivimos todos los días y a toda hora, el poco recurso que entra, por ejemplo, no hay cifras públicas que expliquen hacia dónde van, no se recupera industria alguna y el pueblo no tiene voz ni voto en las acciones que se toman ni en los planes; se caen las ciudades, se destruye el sistema de salud, no hay opciones de ocio, no hay literatura actual, cine, teatro, no hay transporte para las playas, no hay, no hay y no hay y ello acrecenta la desolación y con ella las tensiones hasta que tiene que llegar el momento de eclosión por acumulación natural que nada tiene que ver con las voces desde afuera.
Seguir acusando a “supuestos terroristas” de estos males es otro ingrediente de las posibles rupturas. Cuando temas como el bloqueo, el gobierno de Estados Unidos o los «terroristas» se vuelven burla lo que realmente existe es una gran impotencia de cantarle al Estado las cuarenta.
El sistema ha demostrado que a la cúpula no le duele lo que sufre el pueblo, siquiera muestran decencia suficiente para disculparse y parecen sentirse por encima de las masas. Cuando los dirigentes nos hablan, jamás mencionan conceptos como la creación de empleos, el aumento de los ingresos, la ampliación de beneficios, el plan de prosperidad.
Ellos se mueven por la retórica de las supuestas bondades del sistema que cada vez se vuelven más turbias, al extremo de que la gente, sin pensarlo dos veces, emigra hacia donde pueda emigrar; Rusia, y Ucrania incluidas. ¿Qué bondad puede tener el plan del Estado si hasta los abuelos se quieren ir del lugar que los vio nacer y quienes defienden la causa son todos perfiles falsos que ni siquiera tiene el mínimo de valor de mostrar el rostro.
«Hipocrecía Socialista». No y no, el sistema quebró y para evitar que lo males sean mayores es preciso retomar el verdadero poder efectivo de la población y la decencia en los análisis, más allá de conceptos vacíos y supuestas bondades. Esto parte por la verdadera y transparente participación política y un plebiscito general.
Murillo habló de una canasta básica de mil 300 pesos hace ya cuatro años, ultimo análisis salarial hecho y de la fecha hacia acá los precios se han multiplicado ad horrendum y los salarios distan de subir al mismo nivel de los precios.
¿Y qué se ha hecho o qué administración, gobierno o plan ha cambiado? Resultado, mismo gobierno, más desolación, más tensiones. Nadie cree y quien no lo expresa tiene miedo, es perfil falso creado en la UCI o recibe beneficios.
En Cuba el debate tiene que ser serio y pronto y además, por el derecho efectivo a ejercer cambios para el bien. Y esa necesidad de cambiar para bien ya no la tiene el gobierno actual.
El debate ha de ser por los valores reales y objetivos del ser humano, el derecho a la retribución, al plan de beneficio real, a la educación, la salud, la prosperidad social y a la elección de un plan de desarrollo y un sistema político que respondan al interés común y no a un sueño del siglo anterior.
El nombre que se le ponga al sistema es irreverente, tales nombres solo justifican la debacle y la camisa de fuerza de un lado y del otro del tablero. Desoír todos estos reclamos solo traerá nuevos encontronazos y de lo que suceda, la culpa la tendrá quien no quiere entender.
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