Ernesto Ramón Domenech
Montreal.- Hace poco el Facebook me ha recordado lo que alguna vez declaré: “Nací en Cuba, residí en Hungría, tengo pasaporte del Canadá, soy ciudadano del mundo. Patria sólo una: Cruces”. No emigré de Cuba por la tentación de experimentar algo nuevo, por curiosidad profesional o por simple espíritu aventurero. No tuve opción, el exilio fue la única forma de supervivencia. Nada tenía que celebrar en mi salida, era como escapar, salvar la vida de la casa que está siendo devorada en un incendio, apenas pude salvar un par de objetos queridos.
No soy malagradecido, agradezco, hoy y siempre, a Canadá el haberme dado la posibilidad de recomenzar, de intentarlo de nuevo. Ver que la familia crece en un ambiente tranquilo, libre, tener un trabajo digno y acceso a los servicios básicos de salud, transporte, educación, vivienda, agua y electricidad. Todo eso y un poco más lo he conseguido aquí, en esta tierra noble y hospitalaria que siempre podrá contar conmigo a la hora del peligro y el sacrificio. Pero no reniego de mis orígenes, seguiré siendo cubano, Crucense, hasta el final de mis días.
La Patria no es solamente el lugar donde se nace, un punto geográfico en el mapamundi o el espacio vital de nuestras percepciones. La Patria es todo eso y más: es un sueño, es un sentimiento, es una ilusión, un mito, un nexo, un montón de afectos, una obsesión. La Patria no es un gobierno, un Estado, un Partido Político, o la Familia Castro Ruz. La Patria son la historia, la cultura, las tradiciones, la forma de decir, andar y rezar a Dios, las playas, los ríos, los campos con sus sembradíos de caña de azúcar, tabaco y café. La Patria también son sus símbolos, la bandera, el himno, el escudo, la flor de la mariposa, el zunzún, la palma real. La Patria somos tú, yo, todos; incluso aquellos que la destruyen y saquean por maldad y cobardía.
Escucho con entusiasmo a Beatles, Led Zeppelin, Journey, Rush, Lynyrd Skynyrd, Scorpions, Metallica, Leonard Cohen, Janis Joplin, Simon and Garfunkel, Camarón de la Isla y Facundo Cabral sin renunciar al Trio Matamoros, Sindo Garay, Los Zafiros, La Riverside, Benny Moré, Celia Cruz, Bebo Valdés, Pedro Luis Ferrer y Amaury Gutiérrez. Puedo saborear el Sushi, las milanesas y la lasagna pero en casa igual seguimos haciendo ropa vieja, harina, frijoles negros, tachinos y chicharrón de puerco. A veces celebro con cerveza alemana, vino argentino o tequila, otras acudo al Bacardí y al Cuba Libre. En mi librero comparten sitio Dovtoievski, Kafka, Borges, Pessoa, Bukowski, Mishima y Vargas Llosa con Martí, Lezama, Dulce María Loynaz, Reinaldo Arenas, Cabrera Infante, Virgilio y Angel Santiesteban-Prats.
Tampoco es que ande pregonando la grandeza de Cuba y los cubanos por donde quiera que pase, no adhiero a ese Nacionalismo estúpido que proclama con arrogancia que Varadero es la mejor playa del mundo, que los mangos del Caney no tienen comparación, que somos los más bailadores, los más alegres, los más calientes, los más …..bla bla bla. A la mierda ese Chovinismo barato que solo proyecta nuestras carencias, nuestros complejos y mediocridades. Los cubanos no somos mejores ni peores que el resto, ni más valientes ni más cobardes que un etíope, un uruguayo o un sueco. Tenemos genios al estilo de Capablanca, Carlos J. Finlay, Martín Dihígo y Paquito D’ Rivera, pero no estamos de Hijos de Put… y criminales al estilo de Fidel y Raúl Castro, Ramiro Valdés, Machado Ventura y Díaz-Canel.
La distancia y el tiempo no han podido cortar el sentido de pertenencia, el compromiso con la tierra que me vio nacer y crecer. Mucho menos puede hacer en ese sentido la brutal Dictadura Comunista que ha condenado al hambre y la desesperación a millones de personas, no tienen la facultad para decidir quién es cubano y quién no. Llevo mi condición de exiliado con la coherencia y la serenidad que exigen las circunstancias. Soy un tipo anticuado, anti pragmático, y mis modelos de cubanos dignos siguen siendo Félix Varela, José Martí, José María Heredia, Lydia Cabrera, Huber Matos, Mario Chanes de Armas, Carlos Alberto Montaner, Celia Cruz: Todos Exiliados, Todos Patriotas.
Hoy tengo todo, o casi todo, para ser feliz. La mía es una felicidad incompleta, está Cuba y su tragedia a tres horas y media del Toronto Pearson International Airport. No puedo desentenderme de familiares y amigos que han quedado atrapados en una Isla Cárcel en la que el Poder Tiránico solo ofrece hambre, apagones, colas, mentiras y represión.
Pienso y sufro a Cuba todos los días, no puedo mirar al otro lado. Ni amenazas ni decretos pueden terminar con un vínculo, con el derecho que Dios nos otorgó. Hago y haré hasta el final de mis días todo lo que este a mi alcance para forzar el Cambio, para terminar con ese Régimen de corrupción y violencia, para ver a Cuba Libre. No se renuncia nunca a la Madre, a la Libertad, a la Patria.
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