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Por Luis Alberto Ramírez ()

Los registros oficiales de comercio exterior revelan un hecho que, aunque pueda pasar desapercibido en el ruido de la actualidad, debería levantar más de una ceja: en julio de este año, España exportó a Cuba 24 toneladas de munición, valoradas en 81.600 euros. Así lo detalla un informe oficial citado por varios medios europeos. A primera vista, podría parecer una simple transacción comercial, pero cuando se analiza el contexto político y social de la isla, el dato se vuelve alarmante.

Cuba no está en guerra. No tiene conflictos armados con ningún país, ni enfrenta amenazas militares externas. Sin embargo, el régimen sí libra una guerra silenciosa, interna, contra su propio pueblo. En una nación donde manifestarse pacíficamente puede costar la cárcel, el exilio o la vida, el envío de 24 toneladas de proyectiles no suena precisamente a defensa nacional, sino a mecanismo de control social.

Lo paradójico es que esta operación comercial se realizó poco antes de que el Gobierno español, encabezado por Pedro Sánchez, anunciara un embargo de armas a Israel, justificando la medida como un gesto en defensa de los derechos humanos. Y aquí surge la gran contradicción: ¿cómo se puede alegar sensibilidad hacia los derechos humanos en Oriente Medio mientras se aprueban envíos de munición a un régimen que viola sistemáticamente los derechos más elementales de su población?

Al parecer, el gobierno español cambió de idea. Leer acá: (https://elvigiadecuba.com/espana-se-nego-a-vender-armas-a-cuba-para-la-policia/)

España olvida ciertas cosas

El régimen cubano reprime cualquier forma de disidencia. Desde las protestas del 11 de julio de 2021, cientos de jóvenes, artistas, activistas y simples ciudadanos han sido condenados a largas penas de prisión por ejercer derechos reconocidos universalmente. En ese contexto, resulta inquietante que un país democrático de la Unión Europea se preste, directa o indirectamente, a abastecer de medios coercitivos a una dictadura.

Las balas no son metáforas, son realidades. Cada cartucho tiene un destinatario potencial, y en Cuba, ese destinatario podría ser un manifestante, un periodista o un ciudadano cansado de hacer cola por comida. ¿Qué sentido tiene enviar 24 toneladas de munición a un país donde la prioridad debería ser el alimento, los medicamentos o la electricidad?

Mientras La Habana continúa con su discurso de resistencia al “bloqueo imperialista”, y Madrid se presenta como adalid de los derechos humanos en foros internacionales, las cifras hablan por sí solas. El doble rasero europeo, defender derechos humanos selectivamente según la conveniencia política o económica, se hace cada vez más evidente.

España, que una vez fue símbolo de transición democrática y respeto a las libertades, parece hoy olvidar que el silencio cómplice también dispara. Porque cuando se alimenta a un régimen represor con armas o municiones, se está participando, aunque sea desde la distancia, en la represión de un pueblo que solo pide vivir en libertad.

La pregunta entonces no es retórica, es urgente: ¿Para qué tantas balas?

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