Por José Luis García Fuentes
()La Habana.- Ocho años sin Daniel Rabinovich, uno de los genios de Les Luthiers, alguien con una humildad y sencillez equiparables a su grandeza. Me consta, gracias a su buen carácter tuve una de las experiencias más felices de toda mi vida, que nunca me canso de contar:
Era 2007, ya casi a punto de emigrar, corrí a la sala Llauradó, a un conversatorio con él y otros humoristas nacionales. Yo nunca fui humorista en el más estricto sentido, pero sí escribía para otros que sí lo eran, en aquella época de la televisión, y siempre fui devoto entusiasta de Les Luthiers, desde que estaba en el bachillerato.
Al terminar, ya informalmente en el patio, le pregunté si sería posible ver al grupo en Hermosillo, Sonora, el lugar a donde ya sabía me iba a mudar pronto, respondiéndome que, por desgracia, sus contratos ya tenían dos años de anticipación en América y Europa. Lástima, le dije, por allá tienen muchos admiradores, y le compartí algo que me habían comentado, sobre el acento mexicano de la «Serenata Mariachi», que en efecto les parecía muy apegado al de aquellas viejas películas del Cine de Oro.
Me refirió una anécdota de otro miembro del grupo, Carlos Núñez Cortés, haciéndose pasar por mexicano en un taxi por el D.F., yo empecé a decir de memoria los primeros textos de su compañero en aquel cuadro («¿Cómo estás, Bernardo?»…), y para mi sorpresa, Daniel me siguió la corriente («¿Qué hubo, Porfirio?»…), repitiendo los parlamentos suyos, con su sonrisa bondadosa, hasta terminar cantando el número, con los demás llegando alrededor nuestro. Él y su mujer, Susana, parecían divertidos —acaso verificando el alcance de aquella obra que empezaron en 1967, el año en que nací—, mientras yo no podía creer lo que estaba pasando. Sí, bueno, no estábamos en un teatro, sólo jugueteábamos en un patio, cantando a capella y yo ni de lejos tenía la espléndida voz de Carlos Núñez, pero igual… ¡estaba cantando a dúo con uno de los más grandes y emblemáticos miembros de Les Luthiers! ¡Con Daniel Rabinovich!… Me sentí un Luthier por unos minutos y por varios días me duró la sensación de ir levitando por ahí.
Ahora que se cumplen ocho años de su deceso, fallecido también Marcos Mundstock (hace tres), ya en franca despedida lo que queda de aquel piquete de maestros en una última gira internacional, vuelven las ganas de maratonear aquellos espectáculos incomparables en YouTube, recordándolos a pantalla grande como mejor se merecen, con hartas carcajadas y descorchando un buen vino.
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