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Por Jorge L. León (Historiador e Investigador)
Houston.- Barack Hussein Obama no fue simplemente un presidente más en la historia política reciente de los Estados Unidos. Fue el ingeniero silencioso de una transformación profunda —y no precisamente positiva— dentro del Partido Demócrata, de sus instituciones, y del rumbo estratégico del país. Gobernó sus dos mandatos constitucionales y, posteriormente, operó como el poder en la sombra durante la presidencia de Joe Biden.
Hoy ya casi nadie duda de su rol como arquitecto ideológico detrás del trono. Esa continuidad operativa demuestra hasta dónde es capaz de llegar un partido cuando decide actuar de espaldas a la ley, la transparencia y el orden institucional. Todo se encubrió.
Obama fue presentado al mundo como un moderado refinado, un hombre culto, elegante y prudente. Sin embargo, ese envoltorio ocultaba una inclinación marcada hacia la izquierda cultural, identitaria y estratégica. Su administración sembró la semilla de la radicalización interna del Partido Demócrata:
politizó agencias claves,
incentivó la confrontación racial,
promovió el identitarismo como eje de poder político,
y colocó a medios y élites culturales en una cruzada contra valores tradicionales.
Su supuesta moderación no era más que una obra escénica cuidadosamente diseñada.
La economía estancada y la clase trabajadora abandonada
Su política económica —altamente regulatoria, obsesiva con impuestos y profundamente intervencionista— frenó durante años la recuperación después de la crisis del 2008. La inversión privada, el dinamismo empresarial y la competitividad se vieron asfixiados por un Estado en expansión. La clase trabajadora recibió discursos; la élite burocrática, privilegios. No fue hasta la llegada de Donald Trump que los principales indicadores económicos comenzaron a recuperarse aceleradamente.
La política exterior de Obama fue, para muchos expertos, un catálogo de debilidades estructurales:
Rusia avanzó sobre Crimea sin respuesta efectiva.
ISIS se expandió de forma brutal en un vacío creado por decisiones fallidas.
China inició su fase más agresiva en el mar del Sur.
Siria se convirtió en una tragedia geopolítica.
Su famosa “línea roja” en Siria quedó como símbolo mundial de una presidencia temerosa, indecisa y carente de visión.
Incluso su acuerdo con Irán —presentado como un logro global— fue duramente cuestionado por Israel y por amplios sectores del Congreso, que lo vieron como una concesión peligrosa a un régimen hostil a Occidente.
Obama se proclamó cristiano, pero su construcción intelectual estuvo marcada por círculos que desconfiaban de la tradición estadounidense. Su apellido —Hussein— no define su fe, pero sí recuerda el entorno ideológico en que fue formado y a quienes cortejó políticamente. No es religión: es geopolítica. Su visión del mundo se inclinó siempre hacia posturas que relativizaron el papel hegemónico de Estados Unidos y favorecieron a actores adversarios.
El enfrentamiento con Trump: la batalla más oscura
Nada revela más el estilo político de Obama que su feroz oposición a Donald Trump. Durante el final de su mandato, altos funcionarios bajo su supervisión estuvieron implicados en acciones que luego desembocaron en el Russiagate. Años más tarde se demostró que gran parte de esa investigación se sostenía sobre premisas artificiosas, reportes pagados, filtraciones manipuladas y el respaldo activo de medios alineados. Fue una operación política contra un adversario que amenazaba con desmontar su legado.
Trump representaba lo que Obama no podía tolerar:
Obama, elegante por fuera pero implacable por dentro, movilizó cada fibra ideológica de su sistema para combatirlo.
Conclusión: ¿fue un buen gobierno? No.
Fue un gobierno:
ideologizado hasta la rigidez,
económicamente improductivo,
débil frente a adversarios externos,
corrosivo para la vida institucional,
y peligrosamente comprometido con un proyecto progresista que hoy divide a la nación.
El tiempo ha colocado su figura en el lugar correcto: la de un arquitecto hábil, sí, pero de un declive peligroso. Un declive que Estados Unidos aún está intentando revertir.