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Por Joel Fonte ()
La Habana.- En las sociedades que sufren el control de regímenes totalitarios de ideología comunista, lo que persiguen sus líderes en principio es despersonalizar al individuo, deshumanizarlo, despojándolo de sus intereses personales y familiares, de sus proyectos y ambiciones más íntimas, para mezclarlos con la masa y arrearlos hacia supuestos fines «comunes», que se traducen en la práctica en privilegios para una élite corrupta.
Y entre las estrategias para lograr esos objetivos, el control del sistema de enseñanza es esencial.
Castro, desde su irrupción en el Poder, se planteó ese objetivo, y lo materializó con la estatalización de todo el sistema docente, desde el nivel primario hasta las universidades y la enseñanza de postgrado.
Entrar a una escuela primaria en Cuba, a una secundaria, politécnico, preuniversitario o universidad es sinónimo, desde hace décadas, entonces de sufrir un bombardeo incesante de propaganda fiera -oral y gráfica- que busca aleccionar a los estudiantes -y también a los pedagogos- sobre cómo ser más obedientes al líder, más fieles al líder, más entusiastas en aplaudir el magisterio del líder.
Se siembra día a día un inmovilismo, una inacción ciega en millones de personas, que no encuentran más camino en la vida que replicar lo que se les describe como «políticamente correcto».
En la Cuba nueva y amplia de libertades, que tenemos la obligación de construir para nuestros hijos y nietos, para las generaciones que vendrán, los valores más altos, la más amplia cultura universal, la capacidad para ser exitosos y emprendedores en la vida, es lo que deben aprender nuestros estudiantes.
Y deberán aprender, sobre todo, que la Patria no es un puñado de bandidos en el Poder, que mientras dicen defenderla, la vejan y la matan.
Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.