Bejucal.- Quien la conoce, sabe de su inteligencia, de su entereza. Quien se acerca a ella, descubre su valor por la vida y su coherencia entre lo que piensa, dice y vive. Quien se arriesga a subir esa cuesta arriba donde vive, se encuentra con un rostro arrugado y profundamente gentil, ameno, generoso, con una sencillez de alma y una prudencia que enseña.
Quien se decide a dedicar un ratico para hablar con Isabel Urquiola, sale de ese encuentro dispuesto a emprender la vida sin quejas y más confiado en el Dios que sostiene a los que de Él se fían.
Quien la observa en el trato con las personas que la ayudan y con sus animalitos, puede ver la ternura que brota de ese corazón fuerte que ha resistido el paso del tiempo y la dolorosa ausencia involuntaria de sus dos seres más queridos, sus hijos. No hay amargura en ella sino fortaleza, valentía, tesón para enfrentar la vida.
¿A una mujer así tanto le temen, que siguen privándola de lo que puede hacerla feliz?
¿Cómo es posible que quienes recalcan con fuerza que nadie quedará desamparado, lleven a Isabel casi al desamparo absoluto con el destierro de sus hijos, el robo de sus animales y hasta la amenaza de desalojo?
¿Qué daño les ha hecho esta gran mujer, maestra de tantas generaciones, educadora por excelencia?
¿Cómo se puede ser tan insensible ante el dolor de una persona a la que debemos garantizarle la felicidad y serenidad que se merece en sus últimos años?
No es justo lo que le han hecho. Espero de todo corazón que le sea devuelto lo que le han quitado. Quienes han tomado esta decisión saben perfectamente que el desvelo y cuidado que esta buena señora tiene por los animales, no lo tendrán en ninguna finca estatal. No pretendan engañar con falsos discursos que, además, son innecesarios.
Para Isabel es importante tener a sus animales con ella, afectivamente los necesita, no la castiguen más. Ojalá las autoridades pertinentes vean en ella a la madre, a la mujer cubana, a la maestra, a la campesina que se levanta a contemplar y a agradecer, a trabajar para comer lo que sus manos ya cansadas aún pueden cultivar.
Reconocer que esta mujer que ya se dobla bajo el peso de sus años también ha dado mucho a nuestra sociedad, debería ser uno de los motivos más contundentes para dejarla vivir en paz en ese espacio vital.
Esto es empatía, respeto, comprensión, con ella y con tantos que son víctimas del dolor que provoca la injusticia.
Post Views: 31