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Por René Fidel González ()
Santiago de Cuba.- Si no vamos a hablar de los viajes privados que la esposa del Presidente hace durante los viajes oficiales que este realiza al extranjero por sus funciones como Jefe de Estado, tenemos que empezar a hablar de la pobreza en Cuba. Debemos enfocarnos en los ciudadanos pobres en Cuba.
Si no vamos a hablar de la austeridad pública que nos deben los funcionarios de un país empobrecido, tenemos que empezar a exigir como ciudadanos al Gobierno cubano. Exijamos políticas y estrategias concretas para proteger a los que ya se encuentran en situación de pobreza extrema.
Si no vamos a hablar de los gastos de protocolo y los asociados a las necesidades, intereses y gustos de los funcionarios y sus familiares, los ciudadanos tenemos que empezar a interpelar a los representantes y a las autoridades cubanas sobre la pobreza. Además, debemos preguntarles qué están haciendo y qué van a hacer gubernamental y estatalmente. Necesitamos saber cómo crear las condiciones de posibilidad que permitan revertir el empobrecimiento de la población cubana.
Si no vamos a hablar de lo que callamos, de todo lo que callamos por miedo o por apatía, tenemos que empezar a hablar de lo que nos avergüenza. Tal vez así, nuestra Patria no será, ante nuestros hijos y sus preguntas, el espejo fiel de nuestros pobres y la explicación de nuestra indiferencia.
En Cuba no podemos hablar de exclusión política y no hablar de la creciente exclusión social. No podemos aspirar al derecho a la igualdad política sin afirmar el derecho de todos los ciudadanos a las condiciones necesarias para una vida digna.
No son pobres, son nuestros hermanos. Pero si seguimos callando y sin hablar de ellos, es porque temeraria e irresponsablemente estamos dejando de hablar de nuestro propio futuro.
No los vemos por nuestras calles y basureros, pedigüeños y miserables, en andrajos y sucios, desechando su antigua y poderosa dignidad. Al estar acorralados, en realidad nos negamos a vernos a nosotros mismos.
¿No vamos a hacer nada ?