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Por Ramón García Guerra ()
La Habana.- Carlos Marx creía que una revolución auténtica no sólo derriba el orden establecido. Sino que, además, se cuestionan sus propios fundamentos. Algo que únicamente se logra aplicando una crítica despiadada contra sí misma.
La crítica de Marx a la Revolución francesa es la que hizo Trotsky a la Revolución rusa. Esta, en su lucha en contra del zarismo, degeneró en un régimen de terror estalinista.
Cuando una revolución es auténtica, –decía Marx– no demora en llegar el momento en que parece ir contra sí misma. Entonces es capaz de hacer la crítica más despiadada en contra de sus propias mezquindades. Además, no duda en cuestionar sus límites históricos para reinventarse y darse una solución de continuidad.
Durante las últimas dos décadas he luchado por el rearme de la revolución -uso minúscula-. Luego fue eso lo que hizo Fernando Martínez Heredia hasta el día de su muerte. También en mí caso, como en el suyo, he sido repudiado y condenado al ostracismo.
Sabemos que en la década del 1960 se cerró el ciclo histórico del populismo en Cuba (1937-1969). En la década siguiente se inició la era soviética (1971-1989). Entonces es que nace una figura deforme con un cerebro rígido y torpe (SDPE) y un cuerpo débil y flácido (Poder Popular).
La criatura fue dibujada en un papel por cinco sabihondos que en 1973 se reunieron en una finca en las afueras de La Habana. (Según un amigo mío, que fue miembro del grupo, el SDPE se vio afectado por las intromisiones de Fidel Castro.) Pudo ser peor.
Luego hoy estamos ante un monstruo que sobrevivió a la Rectificación de errores. También atravesó el Período especial y la Batalla de ideas para resurgir con las Reformas, la Tarea ordenamiento y la Continuidad.