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Por Eduardo Díaz Delgado ()
Madrid.- No sé ni por dónde empezar. Te habla un cubano que una vez quiso cambiar las cosas desde dentro, usando los mecanismos que hay en Cuba para cambiarlas… En realidad, son para que te pierdas intentando cambiar lo que urge ser cambiado, pero donde solo tienes éxito haciendo cambios menores.
En el PCC se discuten cosas que ya están aprobadas, y nunca, nunca, en un núcleo del partido se ha impulsado algo que cambie una ley siquiera. El partido es esa organización que entretiene a gente «ejemplar» en una estructura que crecieron entendiendo como correcta y que, en realidad, es donde se atoran en un amasijo de burocracia.
En el partido, en la base, hay mucha gente que vio desde siempre cómo era bueno ser del partido; gente que se crió así y que hoy vive presa de esa educación, como el elefante que crece atado a una cuerda que no podía romper cuando era pequeño.
El partido es una gran masa de gente que no decide nada, sirviendo de pedestal a un grupo que conforma el paripé central, donde dos o tres toman las decisiones —hoy, incluso, fuera del partido.
El PCC es una herramienta de mutilación de la sociedad, porque a esos que tienen la «voluntad» de hacer algo desde dentro, donde más amarrados están es en el PCC. Es una herramienta para declarar inválida cualquier forma de organización política para cambiar el país. Con una redacción dudosa, se autoproclama en la Constitución como único y superior a ella.
Digo «autoproclama» con toda intención. ¿Eran del partido los que impulsaron ese artículo? ¿Ha tenido alguna vez en la historia de la Revolución una alternativa por la cual votar alguna Constitución? El «No» en 2019 es el «Sí» de la de 2002, y así sucesivamente hasta la primera revolucionaria; la Constitución que llegó 17 años después de incumplir la promesa de restaurar la del 40.
La construcción de la del 76 fue «aprobada» en un contexto de domesticación extrema de los medios de comunicación y de toda información que consumía el cubano; no se podía ni hablar por teléfono con los familiares de fuera. Desde ahí, ellos mismos se han encargado de seguir con hegemonía electoral y constitutiva forzada.