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Por Tania Tasé ()
Berlín.- Corría el año 1981. Yo tenía 13 años y estudiaba en una pre- EIDE en Playa.
Siempre he sido buena en Matemáticas, tanto así, que estudié esa carrera, pero eso fue después, mucho después. No sólo era buena en la escuela en esa asignatura, era también mi hobby. Cuando los demás niños mataperreaban, yo me entretenía haciendo ejercicios y resolviendo problemas extras en casa. Volvía literalmente locos a mis padres y maestros para que me los proveyeran. Esta introducción extensa y aburrida es necesaria para que entiendan lo que pasó después.
Mi maestra de Matemáticas, que era además la profesora guía, hablaba maravillas de mí en las reuniones de padres. Yo tenía un condiscípulo, que para decirlo fino, era bastante torpe en los estudios en general, y en esa asignatura en particular. Este hermoso niño era hijo de un «pincho». Este pincho viajaba al exterior por motivos de «trabajo». Se pasaba el año literalmente, trabajando fuera. Así que su niño tenía la posibilidad de impresionar siempre a la maestra con un buen regalo. Pero ni modo, con todas las buenas ganas y haciendo un esfuerzo extraordinario la maestra regalando notas, para ganarse más regalitos, el chama no aprobaba ni por los pelos. El ego del padre estaba visiblemente herido por tener un hijo tan lerdo.
Yo vivía bastante lejos de la escuela y tenía que madrugar mucho para llegar puntual, así que el pincho propuso un trato que acepté inmediatamente: tres veces a la semana me recogería en su auto (chapa estatal) me llevaría a su casa, para que yo repasara a su vástago. A cambio, yo recibiría los libros y folletos necesarios para satisfacer mi hobby. Además, me llevaría en su carro todos los días a la escuela. Negocio redondo.
El niño no era tan bruto ná, sólo lo había obtenido todo en la vida sin esfuerzo. Aprendió poco a poco. Con el paso del tiempo nos hicimos amigos y todavía lo somos.
Un día regresa su padre de uno de sus viajes y me trajo muchos folletos con ejercicios y juegos matemáticos, curiosidades de ese mundo, etc. Por alguna razón que no recuerdo, yo no pude revisarlos ese día y así mismo los llevé a la escuela al día siguiente.
Como estaba algo adelantada, me aburría a morir en el turno de Matemáticas, así que saqué una de esas revistas al azar, para resolver problemas durante la clase.
Mas, no era de Matemáticas la cuestión, era un folletín con muchas ilustraciones de diversas posiciones y técnicas sexuales, algo así como un resumen del Kamasutra para adolescentes, muuuuy gráfico. En mi vida había visto algo así, así que como era (soy) tan curiosa, me quedé extasiada viendo y leyendo. Estaba además en inglés. Perdí la noción del tiempo y el lugar hasta que sentí risas a mi alrededor y un grito de mi adorada maestra de Matemáticas: » pero, qué es essssto?»
Lo próximo que recuerdo es haber estado ante el director de la escuela bajo un intenso interrogatorio. Fueron llamados mis padres a contar. Yo hice mi historia, pero el director de la escuela, después de muchas amenazas y gritos, se negó a creer que el pincho me dio por equivocación el maldito folletín. Amenazó a mis padres con la policía y la oficina de menores y a mí con la expulsión vergonzosa de la escuela para una de «conducta».
Mi padre, que es la nobleza y la corrección en persona, reaccionó muy encabronado y por poco se hubiera quedado ese directorcito sin nariz, cuando mi socito, el hijo del pincho dijo que eso lo había traído su papá, y que por equivocación se había mezclado con los libros que eran regalos para mí.
Silencio absoluto. No se habló más. Y no tuvo consecuencias ni para el pincho ni su descendencia.
En cambio para mí sí las tuvo: durante años pensé que había hecho algo muy sucio y vergonzoso, sentimiento que sólo superé con la ayuda de mis padres y su manera franca y directa de hablar conmigo de cuanto tema escabroso existe; y la otra consecuencia que tuvo fue que ya no fui más tan abierta y dispuesta, hasta mucho después, a la hora de ayudar a alguien.
Notas al pie:
. Eso no fue sólo mi primera experiencia pornográfica, sino también mi primer interrogatorio.
. El niño malo en Matemáticas, sigue siendo mi amigo, ama la ciencia ficción y es gusanísimo. Su padre sigue siendo un pincho.
Me disculpo por la extensión de esta anécdota.