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El Husky Siberiano es, tristemente, una de las razas más abandonadas en refugios. ¿La razón? Muchas personas se dejan llevar por su impresionante belleza, esos ojos claros y su porte majestuoso, sin detenerse a conocer su verdadera esencia.
No son perros fáciles: son tercos, testarudos, muy destructores si se aburren, incapaces de ser guardianes y sueltan tanto pelo que parece invierno eterno dentro de casa.
A quien no esté preparado, un Husky le puede sacar “canas verdes”. Sin embargo, para quien realmente logra comprenderlos, se revela su magia: son perros libres, con una inteligencia sorprendente, divertidos, expresivos y con una personalidad tan especial que transforman la vida de quienes los aman.
Aunque no es lo ideal, pueden vivir en pisos, pero necesitan largos paseos a diario, y correr con regularidad. Correr es una de sus obsesiones, y donde mejor se encuentran estos perros es paseando con su dueño en espacios abiertos como senderos en el campo o el monte.
Los Huskys necesitan compañía. No es bueno dejarlos mucho tiempo solos porque pueden volverse destructivos (escarban, muerden cosas), escaparse o deprimirse mucho, volviéndose solitarios y taciturnos.
No son para cualquiera. Un Husky no es un adorno ni un capricho: es un compañero con espíritu indomable, que merece respeto, paciencia y amor verdadero. Solo así se convierte en un regalo irrepetible. (Tomado de la red)