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Por Jorge Sotero
La Habana.- El gobierno de La Habana busca a toda costa a alguien que quiera hacerse cargo de Cuba, apostar por su gobierno como hiciera en su momento la Unión Soviética y poco después la Venezuela de Hugo Chávez. Ya no saben a quién le van a abrir las piernas, pero siguen buscando.
A eso fue Manuel Marrero a los Emiratos Árabes Unidos. No vaya a pensar nadie que la visita es amistosa, para fortalecer lazos, por solidaridad o hermandad, o no sé qué más, como dice Granma en la edición de hoy. De eso se encargan los embajadores.
Desde hace tiempo, la cúpula castrista quiere atraer a las poderosas monarquías del golfo Pérsico. Por eso le abrieron las puertas a los saudíes, quienes le clavaron una mezquita en plena Habana Vieja, como cobro por los 30 millones de dólares que le regalan anualmente a Raúl Castro y compañía, de lo que ellos llaman su fondo para el desarrollo y que no es más que una estretegia para aumentar su presencia en países influenciables, entre los cuales Cuba es de los primeros.
Y con los Emiratos, aliados de primera mano de los saudíes, sucede otro tanto. Solo que estos príncipes o jeques árabes siguen siendo ladinos y escurridizos y no se dejan timar con facilidad, que es lo que quiere, a fin de cuentas, el castrocomunismo. Raúl Castro, Marrero, Díaz-Canel, quieren que vengan los árabes, metan su dinero en cualquier proyecto, para venderle un poco de ilusión a la gente y nada más. Persiguen lo mismo que intentaron hacer hace poco más de seis meses con los rusos, pero les salió el tiro por la culata.
Putin anda enredado en su guerra con Ucrania y le dejó claro a Díaz-Canel y a Marrero que no tenía fondos para créditos, que le iba a dar 105 millones de dólares para que los gastaran en lo que quisieran. Y estos decidieron que para un poco de trigo y otro de combustible. Y nada más. El mandatario ruso siguió a lo suyo, mientras en La Habana intentaban sembrar optimismo entre una población que tampoco cree en que los emiratíes o los sauditas vayan a enrolarse en una aventura en Cuba.
Eso sí, por tal de sobrevivir, por seguir adelante con su fracasada revolusión, el castrismo es capaz de entregarle en bandeja de plata la isla a cualquiera que tenga dinero. Se la daría hasta a China. Pero no a Estados Unidos. Ellos asumieron desde hace mucho tiempo que a los únicos que no dejarían entrar sería a los estadounidenses, ni a los cubanos asentados allí, salvo a aquellos que le huelen el trasero, como Hugo Cancio, el empresario cubano-americano que dejó a un lado los escrúpulos y se enriquece sobre la pobreza del pueblo cubano.
Marrero fue a Dubái, se reunió con príncipes y jeques, les habló de todo lo que pueden hacer en Cuba, pero los ministros se quedaron sorprendidos, como preguntándose los motivos por los cuales ellos -el gobierno cubano- no ha hecho nada en 65 años. Porque estos árabes forrados en plata y dueños de todo en sus países de bobos no tienen un pelo.
A mi, en lo particular, me preocupa lo qué le pueda ofertar el castrismo, porque serían capaces de condicionar las inversiones, por ejemplo, con la conversión al islamismo de la población cubana. Y los que tenemos más de 40 años sabemos que para convertirnos al socialismo al estilo soviético, nos metieron por la cabeza el idioma ruso, nos adoctrinaron con infinidad de publicaciones que venían de allá y casi nos obligan hasta asumir sus costumbres.
Todo eso duró hasta que Gorbachov llegó con aquello de la Glasnost y la Perestroika y Sputnik, Novedades de Moscú y no sé cuántas otras publicaciones que venían desde la capital soviética dejaron de verse en Cuba.
El gobierno cubano anda, como decía mi abuela, como las putas en cuaresma. No lo voy a explicar, pero es así. Están que se venden al primer postor, y no andan teniendo en cuenta nada, olvidaron los escrúpulos, tal vez porque entre dictadores se entienden.