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Por Joaquín Santander ()
Caracas.- Nicolás Maduro va embalado y ya no tiene escrúpulos a la hora de amenazar, de prometer más represalias. Es algo así como el cobarde del barrio que alardea un poco para que no se metan con él, pero sabe que si pasa algo no tendrá pelotas para enfrentar la situación.
Hace unas horas amenazó con radicalizar el proceso. Habló de un solo partido, que viene a ser algo así como convertir a todos los venezolanos en opositores en la sombra, porque cada vez son menos los que están con él. Ya ni en los cerros de Caracas, otrora bastiones chavistas, tiene apoyo.
Maduro tiene una referencia cerca: Cuba. En la isla se acabaron los partidos políticos nada más llegó Fidel Castro al poder. El barbudo que prometió a los cubanos, y al mundo, democracia y prosperidad, agrupó a todos los partidos afines en una organización unida y desde ahí creo, con una línea más dura, el Partido comunista, al cual terminaron por darle el rol de «fuerza dirigente y superior de la sociedad y el Estado».
Así lo dice la Constitución cubana. Y así se lo creen los que gobiernan en la isla y es muy probable que en esas charlas distendidas de los dirigentes chavistas con sus tutores habaneros, estos últimos le hayan dicho al ridículo de Maduro que termine de una vez por dejarlo todo en una sola organización política, dirigida por él. Y puede que se lo haya creído, porque él se lo cree todo. Y lo habla todo, aunque haga el ridículo.
El delfín de Hugo Chávez también se hizo el valiente y convocó, casi que a duelo, a Edmundo González Urrutia y acusó a toda la derecha que protesta de narcotraficantes o de pagados por Estados Unidos, más o menos el mismo modus operandi de lo que hacen en La Habana con todo aquel que disiente, aunque sea en redes sociales, contra el castrocomunismo.
Incluso, ya hablan de encarcelar a María Corina Machado. La valiente venezolana se ha convertido en la piedra en el zapato del chavismo y como no pueden atentar contra su vida, porque provocaría una explosión interna sin precedentes, la van a encarcelar, porque, para ellos, es la culpable de todas las protestas en el país. Y no es la líder opositora, son ellos los culpables. Fue el chavismo el que se robó la elección, el que amenazó y metió miedo desde antes de los comicios.
No podemos olvidar que, antes de la votación, Maduro dijo que si perdía en las urnas se desataría una guerra civil. Sus palabras fueron premonitorias: perdió, hizo fraude y tiene a miles de personas en las calles.
Copiaron a Cuba con lo de los cortes de internet, para que las personas no sepan, para que no tengan forma de saber cómo marchan las protestas, pero, al mismo tiempo, muchas de sus páginas -las del gobierno- están siendo inutilizadas, algunas desde el exterior.
No se sabe qué pasará en los próximos días, pero si de algo tengo seguridad es de que el mandatario y sus acólitos no podrán dormir tranquilos. Ya tienen el miedo en el cuerpo y saben que la mayoría del pueblo va a por ellos, por más que busquen asesoría en La Habana, con vuelos sospechosos de aviones entre Caracas y la capital cubana.
De hecho, hay rumores de que Cuba ha enviado militares a apoyar a las fuerzas de Maduro, algo que no dudo, porque los estamentos militares venezolanos están penetrados hasta la médula por el castrismo, con varios de sus principales jefes haciendo de agentes de La Habana, con el visto bueno de Maduro, Diosdado Cabello, y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, muy cercano al castrismo.
Desde el domingo, cada día en Venezuela es un examen, una prueba, para saber qué pasará. En tanto, la comunidad internacional comienza a abrir los ojos y cada vez son más los gobiernos y las organizaciones internacionales que le piden al sátrapa que muestre las actas de las mesas electorales. Por cierto, María Corina dice que tiene en su poder un 84 por ciento de ellas y asegura que la oposición ganó con comodidad.
De eso no tengo dudas. Yo sé que Maduro y el oficialismo se robaron la votación, y no sé que harán para presentar esas actas que el mandatario, asustado, dijo que mostrará. En algo debe estar trabajando y toda la palabrería de los días posteriores a los comicios solo tiene el objetivo de ganar tiempo para ver si las aguas se calman.
Pero a mí me parece que los venezolanos no se van a calmar, aunque no tengo claro si la solución es salir a la calle a enfrentar los fusiles y los cañones de la tiranía o hacer un paro general absoluto y quedarse todos en casa hasta que se caiga el gobierno. La segunda opción, al menos, garantizaría que no siga creciendo la cifra de muertos.
De cualquier manera, me parece que el chavismo tiene las horas contadas, que es cuestión de tiempo que pase algo que los saque del poder, sin descartar un baño de sangre que exacerbe aún más los ánimos ya caldeados del aguerrido pueblo venezolano.
Eso sí, la opinión pública internacional, los gobiernos de la región y las organizaciones internacionales, tendrán que ayudar con el empujón definitivo, aunque los artífices tendrán que ser los propios venezolanos.