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Por Eduardo Díaz Delgado ()

Madrid.- Voy a responder con la misma solemnidad vacía con la que hablan ellos, pero con algo que les duele: la verdad.

Hablan de principios no negociables como si la miseria fuera una virtud. Pero esos principios —tan sagrados en el discurso— no llenan ollas, no encienden bombillos, no producen alimentos ni medicinas.

Esos principios han servido durante más de seis décadas para justificar la ineficacia, la censura y la represión. Porque el pueblo que dicen defender, ese mismo pueblo del que se llenan la boca, hoy tiene que “inventar” cada comida, vivir entre apagones, salir del país o robar para sobrevivir. Si eso es dignidad, entonces redefinieron el diccionario.

Y eso de que “la lucha continúa”… ¿cuál lucha? ¿La de mantenerse en el poder a costa de todo? ¿La de seguir culpando al “imperio” de cada desastre interno mientras GAESA levanta hoteles con dinero público y el pueblo no tiene luz, ni transporte, ni medicinas? No hay lucha, hay manipulación emocional: repiten consignas de una guerra que ya no existe para seguir escondiendo su fracaso. Un fracaso económico, moral y político.

Y eso de “unidad” como escudo es el eufemismo más descarado que tienen para pedir silencio, obediencia y resignación. Porque cuando hablan de unidad no se refieren a la unión del pueblo, sino al miedo colectivo que ellos mismos fabricaron para sostener su poder.

La Revolución se traicionó a sí misma

La Revolución no llegó para volverse un capricho personal, ni una herencia de poder. Llegó —según prometieron— para traer prosperidad, desarrollo y bienestar al país. Pero terminó alejándose al máximo de aquello que dijo defender. Hoy es lo contrario de lo que un día inspiró: un sistema que vive del sacrificio de su gente y del cuento de un pasado glorioso. La Revolución llegó para restablecer el derecho a elegir libremente y para romper con la corrupción política que asfixiaba a Cuba. Sin embargo, terminó creando una corrupción mucho peor, más intocable, más disfrazada de virtud, más impune.

Mientras tanto, la realidad es que no existe ninguna “victoria histórica” que celebrar:

  • El país importa el 80% de los alimentos.
  • Las industrias están paralizadas.
  • Los salarios no alcanzan ni para sobrevivir una semana.
  • El sistema eléctrico colapsa cada dos por tres.
  • Los jóvenes se van porque no ven futuro.

Eso no es el resultado de un bloqueo. Es el resultado de un Estado que bloqueó a su propio pueblo. Porque el verdadero bloqueo en Cuba no es el de afuera: es el interno, el que impide producir, crear, opinar, prosperar. El bloqueo mental de un grupo que confundió el poder con la patria.

Así que no, Díaz-Canel, no hay principios inquebrantables ahí. Lo que hay es terquedad inhumana. Lo que hay es un país detenido en el tiempo, y un gobierno aferrado a una épica que ya nadie cree, porque la dignidad no se mide por lo que aguantas, sino por lo que construyes.

Y en eso, hace rato que ustedes perdieron la batalla.

Me alegro muchísimo de que la gente les haya ripeado la publicación con tu discurso de mierda.

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