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Los náufragos del castrismo

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Por Luis Alberto Ramírez ()

«Dicen que las ratas son las primeras en abandonar el barco antes de que comience a hundirse». Esta frase popular cobra vida propia. Esto sucede cuando se observa la oleada de exfuncionarios, represores, jueces, policías, militantes del Partido Comunista y familiares de la cúpula castrista. Ellos desembarcaron en los Estados Unidos amparados bajo el parole humanitario aprobado por la administración Biden.

Este mecanismo, diseñado para brindar alivio a personas que huyen de regímenes autoritarios, de la miseria o de crisis humanitarias, ha terminado por convertirse, en no pocos casos, en una puerta de escape. Esto ha sucedido para quienes fueron cómplices, ejecutores o beneficiarios del sistema opresor que generó precisamente ese mismo éxodo. Es decir, quienes ayudaron a hundir el barco hoy se hacen pasar por náufragos.

En medio de la desesperación de miles de cubanos que genuinamente buscan libertad, justicia y dignidad, resulta ofensivo ver cómo aquellos que sirvieron al aparato represivo de la dictadura castrista. Ahora disfrutan del confort y las libertades que negaron a su propio pueblo. Hay exjueces que firmaron condenas contra opositores viviendo tranquilamente en Miami. Además, hay hijos de ministros comprando propiedades y estudiando en universidades privadas. También, hay exmilitares y comisarios políticos reconvertidos en empresarios o “refugiados políticos”, sin que nadie los cuestione.

EEUU no puede ser guarida de verdugos

Como ocurrió con los nazis que escaparon a Argentina tras la Segunda Guerra Mundial, muchos de estos individuos pasan desapercibidos. Pero a diferencia de aquellos tiempos, hoy existen redes sociales, medios alternativos y una comunidad del exilio activa y vigilante que ha comenzado a denunciar estos casos. Solo cuando los gritos de las víctimas y los influencers cubanos se hacen demasiado sonoros, las autoridades estadounidenses parecen despertar y tomar cartas en el asunto.

La gran pregunta es: ¿por qué hay que esperar a que el escándalo explote para actuar? ¿Por qué se permite que quienes mancharon sus manos con la injusticia del castrismo vivan cómodamente bajo las leyes de una democracia que despreciaron y combatieron? ¿Dónde queda el respeto por las verdaderas víctimas del régimen cubano?

Lo que estamos presenciando es una perversión del concepto de refugio. Estados Unidos, país de libertades, no debe convertirse en guarida de verdugos disfrazados de perseguidos. Es un deber moral y político establecer filtros rigurosos. Se deben revisar antecedentes y no dar por sentado que todo el que huye del castrismo lo hace por razones nobles.

La libertad no puede ser refugio de opresores. Porque si no se actúa a tiempo, como bien dice el refrán, el barco que se hunde no será el de Cuba, sino el de la coherencia moral. Y no es justo que quienes sufrieron la tiranía vivan ahora entre quienes la ejecutaron. Basta ya de impunidad con acento cubano.

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