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Por Sayli Alba Álvarez ()
Sancti Spíritus.- Cerca de la la línea viven los borrachos de mi barrio. Todos los barrios ubicados afuera de la ciudad tienen líneas por donde pasan los trenes y tienen sus borrachos.
Siempre me han parecido que son hombres tristes, deprimidos, pobres hombres que beben desde que se despiertan hasta que ya no pueden más. Algunos se han muerto.
Recuerdo uno que me dijo una vez, mientras escampábamos un aguacero, que él bebía desde que se jubiló pero que gracias a Dios no tenía problemas de salud, y después se murió.
También estaba una mujer jabá fuertona que barría las calles de madrugada y luego se bebía hasta el perfume. La recuerdo porque tenía un marido que todavía bebé como si él tiempo no hubiese pasado, como si ella no se hubiera muerto de cáncer de mamas, como si la vida siguiera igual.
Los borrachos van por la calle haciendo eses, viven juntos o cerca en unas casas muy pobres, se alimentan poco y no saben de amores, de jefes, de trabajos, de oscuridad.
El único plan de los borrachos es beber, vender algo y beberse la vida, el recuerdo.
Los borrachos escuchan a los mariachis caballo prieto azabache y no se les olvida alguna mujer de vestidos de flores y pelo largo.
Me dan pena los borrachos. Me recuerdan a mis tías, a mi infancia, a una época lejana de mi vida.
Los borrachos son pobres hombres sin rumbo que se beben la vida mientras los trenes siguen pasando, ajenos e indiferentes.