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Por Dagoberto Valdés Hernández || (Centro Convergencia)

En la conversación que tuve, después de su retiro, con el presidente Václav Havel, en su oficina en Praga, me llamó mucho la atención una frase llena de sabiduría sacada de la experiencia vivida.

En esencia este era el mensaje: En los regímenes totalitarios ocurre un fenómeno que es señal de su etapa terminal: Si toman una medida, llamémosle “A”, les sale mal; y si toman la medida contraria, llamémosle “B”, también les sale mal.

Es decir, no solo se van quedando sin proyecto y sin propuestas, sino que, además, sean cuales fueren las medidas que tomen, estas y las contrarias, todas se revierten contra el propósito que persiguen. Es el “efecto boomerang” que regresa contra el que lo lanza. O también, se puede comparar con las contraindicaciones que producen los tratamientos en un paciente con fallo multiorgánico o que ha llegado a su etapa terminal.

En los últimos meses en Cuba podemos percibir, claramente, el efecto adverso de cada medida que, al final, se revierte contra los que la emiten. Es decir, contra el mismo sistema en su esencia que “es intrínsecamente perverso”, como han afirmado varios Pontífices de la Iglesia católica a lo largo del siglo XX. Lo adverso nace de lo perverso. Esa es su raíz y su causa.

Los signos de los tiempos

Opino que es una imprudencia, o un pecado de omisión, no estar atentos a estos “signos de los tiempos” que se multiplican y aceleran en Cuba. Mirar para otro lado, distraernos con eventos sin fondo, con hechos representativos de la banalización del mal, es éticamente inaceptable y niega la matriz de nuestra cubanía. Vale recordar que esa matriz donde se gestó la cultura y la nación cubanas fue el Seminario San Carlos de La Habana, institución de la Iglesia católica donde el Venerable Padre Félix Varela, nos “enseñó primero en pensar”.

Pensar con cabeza propia, pensar en Cuba, como cubanos, pensar en la libertad. Esa institución eclesial educó a los fundadores de Cuba a estar atentos a los signos de los tiempos, a leer e interpretar lo que nos dice el análisis de la realidad. Y a no quedarse indiferentes e inmóviles ante Cuba que sufre.

Vienen a mi mente aquellos versos del poeta cubano José María Heredia, cuando escribe el “Himno del desterrado” transido de amor a Cuba, y contrapone la belleza natural al horror de la degeneración moral:

“¡Dulce Cuba! en tu seno se miran

En su grado más alto y profundo,

La belleza del físico mundo,

Los horrores del mundo moral”.

Los que oprimen no son dueño de la patria

Una lección y una proposición para los cubanos de hoy: No confundir a Cuba, la Patria sufriendo y dulce, su belleza y sus símbolos, con los que la oprimen, ni con un sistema o una ideología que ha provocado la decadencia ética y cívica.

Otra enseñanza: el poeta, educado entre los discípulos del Padre Varela, ha aprendido a leer, interpretar e hilar las señales de los tiempos y la realidad en la que vivió y por la que sufrió en el destierro.

Y, además de aprender a interrelacionar los diferentes acontecimientos que se van sucediendo en Cuba, para poder calibrar la realidad, reconoce el grado de importancia de la situación que vive Cuba al decir: “En su grado más alto y profundo”.

Pues así es también hoy. Cuba vive el peor momento de toda su historia republicana. Cuba está sumida en la crisis económica, política, social y antropológica, “en su grado más alto y profundo”.

Propuestas

Todos los cubanos, en la Isla y en la Diáspora, deberíamos aprender primero en pensar, antes de hablar y antes de actuar.

Deberíamos ejercitarnos, cada vez más, en leer e interpretar los signos, las señales de los tiempos que vivimos; para poder hacer análisis más objetivos de nuestra realidad.

Deberíamos aprender, cada vez más a “hilar” los acontecimientos, a relacionar entre sí los eventos, y a descubrir, la causa común que los provoca.

A pesar de que todo nos parezca o sea adverso y negativo, la única “batalla” en la que no debemos perder es en la de mantener “en lo más alto y profundo” nuestra esperanza realista. Ahora menos que todos los análisis de la realidad concuerdan en que hemos entrado en la fase terminal de esta etapa.

En Cuba hoy, de diferentes maneras, todos somos desterrados, los que viven fuera de la Isla y los que viviendo dentro de la Isla, sobrevivimos al destierro de ser rechazados, discriminados y perseguidos en nuestra propia Patria.

Es por ello que quisiera terminar con otro verso del mismo “Himno del desterrado” de Heredia que todos debemos convertir en un Himno de la esperanza realista que nos permite vislumbrar, con claridad, el futuro, cada vez más cercano, de nuestra nación:

“¡Cuba! al fin te verás libre y pura

Como el aire de luz que respiras,

Cual las ondas hirvientes que miras

De tus playas la arena besar”.

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