Por Gretell Lobelle ()
Matanzas.- Las madres se quieren, se desean felices y en ese desear está empujarlas, propiciar, aplaudirles, convencerlas de lo importante que es compartir escenarios de disfrute, de intercambio, amistad, calidad de vida.
Las madres son puntal. El justo sitio de reposo en el que siempre se estará a salvo.
Aún cuando las madres falten en dimensión física, ellas, desde la otra dimensión, nos acompañan. Aún cuando las creemos lejanas en conceptos, valores, gustos y manera de concebir y apreciar la vida, somos nuestras madres trasuntados en versiones de otras vidas, vidas futuras.
Hay que querer madres libres, desde la comprensión y el respeto por sus decisiones de vida. Hay que luchar por madres que encuentren un sentido de vida en la vejez, el que sea, pero que sea aquel que la haga y le proporcione felicidad.
Las madres son nuestra luz. Nuestros mejores deseos. La disciplina en sanar la relación con ellas, permitirá a nuestros corazones estar en estado de gracia y conciencia. Las madres son nuestros maestros espirituales. Es en esa relación donde más crecemos como individuos y como seres humanos.
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