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Por Héctor Miranda (Tomado de Facebook)
A mí me ganó Angela Merkel. Si tuviera la posibilidad de votar por ella, para cualquier cosa, tendría mi boleta. La otrora canciller alemana iba al mercado con su esposo, mientras los escoltas se quedaban a distancia. En persona escogía lo que iba a necesitar en casa, lo ponía en su carrito. Y luego pagaba y se iba.
Eso hacía la jefa de gobierno de uno de los países con mejor economía del mundo. Era una dama investida de todos los poderes, que no alardeaba de nada. Además, había nacido en la parte de la Alemania del Este cuando el país germano estaba dividido. Esta era una razón más que suficiente para conocer cómo se movía el mundo a ambos lados de esa línea que delimitaba sistemas diferentes.
Es más, admito que de vez en cuando busco fotos suyas. No lo hago para intentar contraponerlas con las de otros políticos. Mucho menos con las de esos que piensan que nacieron para ostentar el poder por siempre, como si de un mandato divino se tratara.
Y como en mi soledad moscovita tengo tiempo para todo, o para casi todo, dedico buena parte de mi tiempo a ver vídeos. A veces aprovecho los reels, que van apareciendo casi como por arte de magia. Se encadenan intereses a partir de lo que uno está viendo.
Ayer me encontré con un vídeo de Machado Ventura en el que dice que jamás le interesó el salario. También comentaba que no supo nunca a cuánto ascendió su sueldo. No pude menos que volver a la Merkel. También pensé en los millones de trabajadores cubanos -y en los jubilados- a los cuales no les alcanza lo que ganan ni para vivir tres días.
Acá les dejaré el link del vídeo para que puedan verlo y sacar sus conclusiones, las suyas. Las mías son fáciles: a este señor jamás le interesó cuánto ganaba. Esto se debe a que nunca tuvo que pagar nada. La electricidad, al seguro, era gratuita para él y su familia. El jardín de la casa, seguro que grande, lo limpiaba alguien y se lo hacía gratis. Este alguien estaba en la nómina de los encargados de garantizarle una buena vida.
Link del Vídeo: https://www.youtube.com/shorts/38NtyyRYWS8
Alguien le cocinaba, otro le limpiaba la casa, y un tercero lo manejaba. No tenía que ir al mercado a comprar nada. Todo se lo traían a casa -o se lo llevan aún- sin pagar un centavo. Y no era lo que le daban al resto de los cubanos por la libreta de racionamiento. Porque con eso hubiera muerto hace mucho tiempo. En cambio, recibía una factura abundante, una verdadera canasta básica para alguien que nació con el ‘don’ de ser dirigente.
En esas condiciones: con buena comida, mejor casa, vacaciones en lugares paradisíacos, wiskys caros, con autos y sin pagar gasolina. Además, sin preocuparse por las filtraciones del techo, los baños rotos, o la maleza en el jardín -que no patio- cualquiera se despreocupa por el salario.
Esa es la vida de la realeza. El rey vive ‘a todo meter’, como decían los guajiros de Palmarejo, y los cortesanos se aprovechan de su presencia en la corte. Porque la lealtad se paga con algo.
A mí, las palabras de Machado Ventura, que deben haber sido dichas hace mucho tiempo, me parecen una soberana falta de respeto. Es una falta de respeto a un pueblo que sobrevive a duras penas, y para el que hacer una comida digna a la semana es casi imposible.
A mí me gustaría ver, aunque sea en un montaje burdo, a un dirigente cubano en una cola de un banco. También me gustaría verlos en la de un carretillero para comprar yuca o mangos, o en una tienda para adquirir detergente. Me gustaría verlos, porque estoy a punto de creer que esos personajes no comen, no necesitan ropa ni otros útiles. Parece que su vida es casi monástica.
Y no tiene que ser uno de la corte. No necesito que sea de la familia real, el presidente, el primer ministro, un generalote… no. Me basta con ver a un gobernador, a un intendente, a un secretario del Partido Comunista. Quisiera verlos esperando horas en el banco para sacar dinero en un cajero que nunca funciona, o en una cola hasta para comprar sal.
Pero más que eso, quisiera que los cubanos tuvieran las mismas posibilidades que otras personas del mundo. Poder salir una vez a la semana a un mercado y comprar todo de un golpe. Sin colas enormes, sin restricciones, sin libretas, sin miedo a que, quien te vende, te robe. Aunque tengamos que sacar cuentas, contar cada centavo, porque solo los elegidos pueden alardear de no importarles el salario.
Espero por la foto… por la del dirigente cubano en una cola. Pago por ella.